La moda, como la vida misma, es un ciclo perpetuo de reinvención. Tras periodos de exuberancia y maximalismo, la tendencia pendular nos regresa a la esencia, a la pureza de las líneas y la atemporalidad de las formas. Es en este contexto, en el epicentro de la vorágine que es la Semana de la Moda de Nueva York, que la firma Calvin Klein resurge con una propuesta que evoca la grandeza de su pasado, pero con la mirada firmemente puesta en el futuro: Calvin Klein Collection FW/25. No se trata de una simple colección; es la declaración de un nuevo comienzo, una reinterpretación del minimalismo para el hombre contemporáneo, un individuo que busca la sofisticación en la simplicidad y la rebeldía en la discreción.
El desfile, celebrado en la emblemática sede mundial de la firma en el Garment District, fue una experiencia cuidadosamente orquestada para transmitir la esencia de la colección. La austeridad del espacio, revestido con una alfombra que lucía el nuevo logotipo de Calvin Klein Collection, actuaba como un lienzo en blanco que permitía que las prendas hablaran por sí mismas. Veronica Leoni, en su debut para la marca, ha comprendido la importancia del legado que tiene sobre sus hombros. Lejos de sucumbir a la presión, lo ha abrazado y transformado, presentando una colección que se nutre del ADN de la casa, pero que al mismo tiempo se siente fresca y relevante para el hombre de hoy.
La sastrería, pilar fundamental de la propuesta, se presenta en tres siluetas distintivas: una línea esbelta y ajustada que se ciñe al cuerpo con precisión; una silueta suelta y de corte limpio que otorga libertad de movimiento; y una tercera opción drapeada y envolvente que añade un toque de sofisticación desenfadada. La paleta cromática, fiel al minimalismo que define a la firma, se centra en tonos neutros como el negro, el gris y el blanco, con toques estratégicos de color en tonos como el burdeos y el amarillo pálido que rompen la monotonía sin estridencias. Materiales como la lana, el cashmere y el algodón se entrelazan en una sinfonía de texturas que invitan al tacto, creando prendas que no solo se ven bien, sino que también se sienten excepcionales.
La influencia de la ropa interior, un elemento intrínseco a la historia de Calvin Klein, se filtra sutilmente en la colección a través de camisetas henley de punto, vestidos lenceros fluidos y la comodidad relajada de la sastrería holgada. No se trata de una exhibición ostentosa, sino de una insinuación, un guiño a la sensualidad inherente a la masculinidad moderna. Leoni ha logrado un equilibrio magistral entre la pureza de las líneas minimalistas y la expresividad de los detalles, creando prendas que son a la vez atemporales y vanguardistas. El bordado y los adornos se presentan con mesura, añadiendo un toque de intriga a las siluetas depuradas. La organza y el drapeado aportan fluidez y movimiento, mientras que la moderación constante en el uso de estos elementos evita que la colección se desvíe de su esencia minimalista.
Más allá de las prendas, la nueva identidad visual de Calvin Klein Collection, desarrollada en colaboración con M/M (París), refuerza el mensaje de renovación. El nuevo logotipo, una sans-serif geométrica más ligera, y la tipografía inspirada en las inscripciones romanas clásicas, proyectan una imagen de modernidad y atemporalidad, un reflejo de la visión de Leoni para la marca. El desfile contó con la presencia de figuras icónicas del mundo de la moda, el cine y la música, todos vestidos con piezas de la colección. Desde Bad Bunny hasta Kate Moss, pasando por Alexander Skarsgard y FKA twigs, la primera fila fue un reflejo de la influencia cultural de la firma y la universalidad de su propuesta.
