En ciertos inviernos, la moda deja de narrar tendencias y se sienta en primera fila a ver una película que ya intuíamos adentro: la elegancia como guion, el tiempo como director, el deseo como plano secuencia.
La temporada Otoño-Invierno 2025 mira a la gran pantalla italiana no como filtro nostálgico, sino como lenguaje vivo. Aquí no hay artificio: hay ritmo, edición y una cámara que se pega a los gestos para entender qué significa vestir con intención y memoria.
La campaña se construye como una serie de “instantes robados”: escenas breves que capturan la fricción entre lujo y cotidianeidad. Craig McDean filma y fotografía con una claridad quirúrgica; su lente homenajea el encuadre, la textura y la luz que definieron un siglo de cine italiano. Maximilian Davis arma el tempo: piezas precisas, proporciones calculadas, sensualidad sin aspavientos. El resultado no es pastiche, es continuidad cultural. La presencia de Mariacarla Boscono, Awar Odhiang, Apolline Rocco Fohrer y Tim Schuhmacher equilibra magnetismo y serenidad; una interpretación contenida que deja al vestuario conducir la historia sin gritarla.

El repertorio histórico aparece con lucidez contemporánea. El tacón Vara, emblema pulido con lazo, sube el volumen con acabados laminados que atrapan la luz sin perder finura. En el terreno masculino, Tramezza reafirma su estatus: construcción meticulosa, líneas depuradas y una promesa silenciosa de durabilidad. Son piezas que dialogan con la memoria de la casa y que, al mismo tiempo, no se sienten museísticas; funcionan hoy, en ciudad, con códigos actuales y una lectura moderna del vestir.
La familia de bolsos no se limita a “complementar”. Hug y Soft toman plano central con iteraciones que tensan el clasicismo: palmeras impresas, pieles que coquetean con lo onírico y tratamientos que introducen una leve extrañeza elegante. No es capricho estético; es un statement de materialidad y construcción que empuja el look sin robarlo. Para una lectura más técnica del diseño y su evolución reciente, vale rastrear el linaje del Hug y su vocación de versatilidad en colecciones previas.

El guion de la temporada escribe con piezas concretas: una cuña futurista envuelta en una única lámina de charol que estiliza la pisada; un vestido pañuelo de seda que flota sin perder dirección; sastrería con proporciones exactas que alarga la figura sin rigidez. Hay un motivo floral que aparece como susurro: una flor ensamblada a mano que florece en pumps y amapolas que recorren prêt-à-porter. Son recursos que se sienten táctiles, casi cinematográficos; detalles que pasan de la pasarela a la calle sin perder su capacidad de emocionar.




El andamiaje creativo es contundente. Maximilian Davis sostiene una visión depurada que ya es firma; Craig McDean traduce esa visión a imágenes con dimensión narrativa; Baron&Baron, bajo la dirección de Fabien Baron, afina la gramática visual; Lotta Volkova articula estilísticamente tensión y pureza; el equipo de belleza aterriza el look con sobriedad técnica. No es un reparto de créditos, es una orquesta que suena a la misma partitura: elegancia italiana, sin maqueta, con pulso de presente.
La casa italiana no vende un recuerdo, monta una conversación con él. Cuando el archivo se activa, la moda deja de ser souvenir y se vuelve herramienta. Vara brilla sin estridencia, Tramezza habla de oficio, Hug y Soft suman textura emocional. Para quien vive la moda como identidad y no como uniforme, la propuesta OI25 no dicta, sugiere; no “trata de ser” cine, piensa como cine: corte, ritmo, foco. Y ahí está el atractivo para una audiencia millennial y Gen Z que exige productos bellos, funcionales y con narrativa.
