La cocina ya no es un cuarto apartado: es el latido. En casas que se piensan para vivir, crear y reunir, el espacio culinario se convierte en territorio común, un escenario donde el día inicia con decisiones y termina con historias.
En Residencia Colomos, ese corazón se reescribe con rigor contemporáneo: amplitud real, continuidad visual y una calidez que no necesita exagerar para imponerse. El resultado no persigue moda efímera; busca permanencia, textura y propósito.
Ubicada en el condominio Atlas Colomos, esta intervención rehúye la segmentación tradicional. Dolmen Taller proyecta la planta baja como una sola escena: sala, comedor y cocina se conectan sin fricciones. Para lograrlo, se eliminó un muro estructural y, en su lugar, se incorporaron marcos de madera sólida de primavera. La operación no solo resuelve la técnica; introduce una cadencia material que viste el espacio con identidad. Aquí, la cocina no se esconde: es protagonista, un punto de encuentro donde la conversación, la funcionalidad y la estética conviven con naturalidad.

El lenguaje es sobrio y táctil. La paleta conversa entre el tono terracota de las cubiertas, los mármoles travertino y maderas locales que aportan textura. El gesto clave está en la continuidad: superficies que envuelven, ángulos que no interrumpen, un acabado que unifica sin volver monótono. En este ecosistema, las superficies Dekton de Cosentino operan como columna vertebral: cubiertas y recubrimientos verticales que suman carácter escultórico y resistencia cotidiana. No es un adorno; es estructura visual.
“Queríamos trabajar con un material que, además de integrarse con el lenguaje arquitectónico de la casa, aportara un valor estético capaz de transformar la experiencia diaria en la cocina”, explica Ángel Vázquez de Dolmen Taller. La frase resume la intención: unir belleza y rendimiento sin concesiones.
La elección de Dekton Umber no es casual. Este color, con matices terrosos y profundidad controlada, dialoga con la madera y el travertino sin competir por atención. Su versatilidad permite que la misma materia suba del plano horizontal al vertical, logrando un acabado homogéneo y contemporáneo. Más allá del look, hay tecnología aplicada al uso real: resistencia al calor, al rayado, a la abrasión y a la humedad; durabilidad a largo plazo y mantenimiento sencillo. En una cocina familiar de alto tráfico, esa mezcla de aplomo estético y desempeño técnico es decisiva.


Eliminar el muro estructural cambió la coreografía de la casa: ahora las circulaciones son lógicas y la mirada encuentra puntos de fuga largos, sin obstáculos. Los marcos de madera sólida de primavera introducen verticales claras que organizan el movimiento y, al mismo tiempo, aportan calidez táctil. La cocina se vuelve escenario y backstage: un lugar para cocinar, compartir y trabajar, sin sacrificar orden ni limpieza visual. El tono terracota de las cubiertas funciona como remate cromático, una pausa cálida que ancla la composición.
En el día a día, la belleza se pone a prueba. Aquí, las superficies de Cosentino no solo son un statement material; son una herramienta eficiente. Planchar calor sin drama, limpiar sin rituales, mantener continuidad sin que los años cobren factura. En términos prácticos, eso significa menos desgaste perceptible, menos mantenimiento obsesivo y más tiempo de uso real. En una vivienda que privilegia el encuentro, esos detalles marcan la diferencia.


La cocina de Residencia Colomos no busca estridencia; apuesta por la coherencia. Cada decisión material y espacial construye una experiencia que trasciende tendencias. Hay una visión clara: diseñar para resistir el tiempo, para convivir con la vida real y, a la vez, conservar ese halo de sofisticación que vuelve memorable lo cotidiano. Cuando el diseño es consistente, la casa responde con una sensación de calma activa: todo está en su sitio, listo para usarse.
