Territorios: cuando el mapa se vuelve emoción y la ciudad se mira a sí misma

Hay lugares que definen una ciudad mucho antes de que alguien les tome una foto. Paseo de la Reforma es uno de ellos: una avenida hecha de símbolos, tráfico, poder y memoria.

Verla desde abajo puede ser abrumador; verla desde arriba, casi terapéutico. En un momento en el que la Ciudad de México parece no dejar de expandirse, una exposición fotográfica se atreve a detenerla un segundo para preguntarnos: ¿qué significa realmente habitar este territorio que pisamos todos los días?

Entre el vértigo de los rascacielos y el pulso acelerado de la vida urbana, la mirada de un fotógrafo entra como un corte limpio. Territorios, la nueva exposición de Santiago Arau, llega a Reforma para recordarnos que la ciudad, el país y sus paisajes no son únicamente fondo de pantalla: son escenario, archivo y espejo. Mientras muchos espacios de lujo se conforman con ofrecer vistas espectaculares, aquí la ciudad no solamente se contempla, se cuestiona.

Del 11 al 27 de noviembre de 2025, Territorios toma el Lobby Bar del piso 14 de Sofitel Mexico City Reforma y lo convierte en una especie de mirador doble: al levantar la vista, la ciudad vibra detrás de los ventanales; al acercarse a las más de 20 obras de mediano formato, aparece otra versión de México, fragmentada en volcanes, valles, lagos, barrios y fronteras que se superponen como capas de una misma historia.

La propuesta de Arau no se limita a “fotografiar paisajes bonitos”. Su trabajo, reconocido por combinar imagen aérea, tecnología y un ojo clínico para la vida urbana, construye una narrativa en la que cada territorio es testigo de algo: una marcha que tomó las calles, un bosque que resiste, un río que ya no es río, una ciudad que crece hacia arriba mientras arrastra sus heridas hacia abajo.

En las imágenes de Territorios, el espacio deja de ser neutro. Montañas que podrían parecer postales de aventura revelan cicatrices de extracción; barrios que desde el aire lucen geométricos se llenan de historias cuando pensamos en quienes los habitan; diagramas de luz nocturna, capturados desde drones o alturas imposibles, se vuelven radiografías de cómo nos movemos, consumimos y ocupamos el país. No hay regaño moral, pero sí una invitación clara: mirar con más responsabilidad el suelo que pisamos.

Hablar de Santiago Arau es hablar de un fotógrafo que entendió muy pronto que México no cabía en un ángulo tradicional. Nacido en la Ciudad de México en 1980, lleva más de dos décadas construyendo una obra que ha recorrido museos y espacios expositivos en Europa, África, Asia y América. Su lente ha registrado protestas masivas, conciertos al aire libre, periferias olvidadas y volcanes que dominan el horizonte, muchas veces desde el aire, convirtiendo la fotografía de dron en herramienta estética y política a la vez.

Territorios es uno de sus proyectos más ambiciosos: una investigación visual que le tomó años y miles de kilómetros para recorrer prácticamente todos los estados del país. Sus imágenes, reunidas antes en libro y en distintas exposiciones, hablan de un México megadiverso donde conviven glaciares, selvas, desiertos, megaciudades y comunidades que resisten a la invisibilidad. No se trata únicamente de mostrar que el país es “bonito”, sino de poner sobre la mesa las tensiones entre naturaleza, urbanización, memoria histórica y futuro.

En este contexto, el Lobby Bar del piso 14 deja de ser solamente un lugar para un trago bien servido y se transforma en una galería en altura. Mientras la ciudad se despliega en 360 grados, las fotografías de Arau dialogan con la vista real: lo que se observa a través del cristal contrasta con lo que se ve en las obras, como si el presente y la memoria se reflejaran mutuamente. El resultado es una experiencia que mezcla lujo, contemplación y cierta incomodidad necesaria: entender que el confort desde el que miramos también forma parte de la historia que esas imágenes cuentan.

Para quienes viven en la CDMX, la exposición es una oportunidad de reconciliarse con una ciudad que a veces parece devorarlo todo, pero que en manos de Arau recupera una dignidad brutal, llena de textura, historia y posibilidades. Para quienes visitan la ciudad y se hospedan o pasan por Reforma, es una puerta de entrada a un México que no cabe en folletos turísticos.

Al final, Territorios funciona como un recordatorio sobrio y elegante: el paisaje no está ahí para decorarnos la vida, está ahí para interpelarnos.

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