En medio del ruido navideño de siempre las mismas luces, las mismas playlists, el mismo dress code brillante pero predecible hay imágenes que no quieren que te sientas cómodo, sino despierto.
La nueva campaña Holiday 2025 Snowstorm, firmada por Frank Lebon, entra justo ahí: en ese punto donde la temporada de fiestas deja de ser un fondo bonito y se convierte en un territorio para experimentar con identidad, lujo y rebeldía visual.
Más que vender un guardarropa de fiesta, esta propuesta juega con algo mucho más íntimo: la forma en la que decidimos aparecer (o desaparecer) frente a los demás. En tiempos donde todo parece diseñado para ser compartido, etiquetado y validado, esta “tormenta de nieve” hecha de confeti metálico y códigos numéricos te lanza una pregunta incómoda: ¿qué pasa cuando el rostro deja de importar y lo que cuenta es la energía que proyectas desde la ropa, los gestos y la actitud?
En Snowstorm, la típica postal invernal se reescribe por completo. En lugar de copos blancos, lo que flota en el aire es un remix de confeti metálico y del logo numérico de la casa, convertido en un torbellino abstracto que parece celebrar y sabotear la temporada al mismo tiempo.

Uno de los golpes visuales más potentes de la campaña es el uso de máscaras de seda. Los modelos aparecen cubiertos, casi espectrales, como si el rostro fuera lo menos importante de la ecuación. No es un truco gratuito: la casa lleva años explorando el tema del anonimato como parte de su lenguaje, y aquí lo lleva a un terreno especialmente relevante para la masculinidad contemporánea.
En lugar de la clásica imagen del hombre hiper visible, sobreexplicado y envuelto en logos, estas imágenes sugieren lo contrario: vulnerabilidad protegida, identidad difusa, silencio deliberado. La mirada se desplaza hacia las prendas, sí, pero también hacia la postura, el volumen, el modo en que el cuerpo habita la ropa. Es una forma de decirle al espectador: “No necesitas mostrarlo todo para tener presencia”.


Detrás de esas máscaras, los looks pertenecen a la colección Avant-Première Spring-Summer 2026: conjuntos de punto en lana ultraligera con degradados de color, vestidos al bies, party dresses recubiertos de foil metálico que atrapan la luz como si fueran armaduras líquidas. Aunque la colección no se diseñó exclusivamente para esta campaña, aquí encuentra un escenario perfecto: la idea de una fiesta donde el lujo no grita, sino que se insinúa entre sombras, brillos y silencios.
El lenguaje de Snowstorm va más allá del styling sofisticado. Hay decisiones técnicas que hablan de una obsesión por el detalle que solamente notas cuando te detienes a mirar. Uno de los protagonistas es el trench coat trabajado con la técnica Pressed and Foiled: una combinación de calor, presión y brillo que transforma una silueta clásica en una pieza casi escultórica, como si el tejido hubiera sido laminado por la propia tormenta metálica del set.
La sastrería aparece con una pátina “grasosa”, un acabado que rompe con la idea de traje perfecto recién planchado. Aquí el blazer se ve ligeramente vivido, casi como si hubiera sobrevivido a varias noches intensas y aun así se mantuviera impecable en su estructura. Esa mezcla de pulcritud y desgaste controlado construye una masculinidad mucho más interesante: no la del hombre que pretende estar intacto, sino la del que acepta la fricción, el cansancio y la imperfección como parte de su elegancia.




Donde muchas campañas Holiday se limitan a mostrar “el regalo perfecto”, aquí los accesorios funcionan como pequeños artefactos de una narrativa más amplia. Las botas Tabi, uno de los íconos más discutidos de la casa, aparecen en dos registros: la versión clásica y una reinterpretación metálica dorada que parece salida directamente del corazón de la tormenta. Es un gesto de exceso controlado: la forma sigue siendo radical, pero el acabado añade una capa casi ceremonial.
Snowstorm no es la típica campaña navideña diseñada para complacer a todos. No hay sonrisas fáciles, no hay colores esperables, no hay narrativa de “familia perfecta alrededor de la mesa”. Lo que hay es una lectura contemporánea del invierno como escenario de experimentación: una temporada donde el brillo ya no se entiende como algo aspiracional genérico, sino como una herramienta para jugar con la identidad, el anonimato y la presencia.

