La fiebre mundialista ya despertó: así se siente el camino a 2026 desde el corazón de la CDMX

Caminar por el Centro Histórico de la Ciudad de México tiene una cadencia particular. Es una mezcla de caos sonoro, historia de piedra volcánica y esa electricidad estática que solo se siente en las metrópolis que nunca duermen. Pero la otra noche, entre el barullo habitual de la calle Madero y la majestuosidad de los edificios virreinales, se respiraba algo distinto. No era solo el ajetreo urbano; era la anticipación. Esa sensación eléctrica que precede al silbatazo inicial, aunque falten meses en el calendario.

Estamos acostumbrados a medir el tiempo en años o quincenas, pero los fanáticos del futbol lo miden en ciclos mundialistas. Y justo ahí, en la terraza del Museo del Estanquillo, rodeados por la colección de Monsiváis y con una vista privilegiada de la ciudad, se sintió el primer gran rugido hacia lo que viene. La atmósfera dejó de ser una simple noche de martes para convertirse en el banderazo de salida de una carrera que culminará cuando el balón ruede en el Estadio Azteca.

No se trataba de una conferencia de prensa acartonada. Fue una fusión de luces, beats y ese folclore patriota que, querámoslo o no, llevamos tatuado en el ADN cultural. El pretexto era claro, pero el trasfondo era emocional: la confirmación de que la fiesta más grande del mundo está a la vuelta de la esquina y que, esta vez, jugamos en casa.

Hay una verdad incómoda en el futbol moderno: la pasión sigue intacta, pero el acceso se ha vuelto un deporte extremo. Conseguir un boleto para un Mundial ya no es cuestión de formarse en una taquilla; es una batalla de algoritmos, filas virtuales y suerte. Sin embargo, la narrativa está cambiando gracias a cómo las marcas están entendiendo al aficionado, no como un consumidor pasivo, sino como un protagonista que exige ser parte del juego.

Durante la velada, entre brindis y la vista nocturna de la Torre Latinoamericana, se materializó esta nueva dinámica. AXE, una marca que históricamente ha sabido leer los códigos de la masculinidad joven, oficializó su rol como patrocinador oficial de la Copa Mundial de la FIFA 2026™. Pero más allá del logotipo en la pantalla, lo interesante fue el «cómo». Jorge Tanamachi, Gerente de Desodorantes Masculinos en Unilever México, lo puso en perspectiva: no es solo poner el nombre en la valla publicitaria, es entender que la marca y el torneo comparten el espíritu de celebrar lo único, de vibrar con actitud.

Aquí es donde la experiencia física se cruza con lo digital. En NEOMEN hemos hablado largo y tendido sobre cómo la gamificación está redefiniendo el estilo de vida, y este caso no es la excepción. La presentación de la app AXESS BY AXE plantea un modelo interesante: convertir la interacción diaria en una moneda de cambio real.

La premisa es sencilla pero potente: a través de dinámicas en iOS y Android, los usuarios acumulan «AXE Coins». Estas monedas virtuales rompen la barrera del «imposible» y abren la puerta a lo tangible: boletos para los partidos. Es un movimiento astuto. Transforma el acto rutinario de usar una app en una posibilidad real de estar en la grada gritando un gol. Ya no es solo suerte; es participación activa.

Esta integración digital se siente orgánica porque responde a una necesidad de nuestra generación: queremos inmediatez y recompensas claras. La aplicación no solo promete entradas, sino que construye una comunidad digital alrededor del FIFA Fan Festival™, llevando la energía del estadio al bolsillo de cualquier usuario con un smartphone.

Si la tecnología es el vehículo, la tradición también juega su parte. Durante el evento se desveló la promoción «El Tres Ganador», una alianza estratégica entre AXE, Rexona y Dove. La mecánica remite a las promociones clásicas que funcionan porque son simples: comprar, registrar y participar. Pero la escala es lo que llama la atención.

Hablamos de 184 pases triples. Piénsalo un momento: 184 oportunidades de no ver el partido por televisión, sino de sentir el pasto, el ruido y la vibración del concreto bajo los pies. Además de premios que van desde monederos electrónicos hasta experiencias en cine, el foco está puesto en la experiencia presencial.

Esta iniciativa, que corre desde octubre de 2025 hasta mayo de 2026, subraya una realidad del mercado actual: las marcas saben que el lujo ya no es solo poseer objetos, sino acceder a experiencias exclusivas. Y en el contexto mexicano, pocas cosas son más exclusivas que un asiento en el Mundial que hospedamos.

Es válido detenerse un segundo y cuestionar. ¿Por qué nos obsesiona tanto un torneo? Hay voces críticas que señalan la saturación comercial del deporte, y tienen puntos válidos. A veces parece que el marketing devora al juego. Sin embargo, al estar ahí, en el corazón del Centro Histórico, viendo a desconocidos compartir la misma emoción por una promesa futura, es difícil ser cínico.

La noche en el Museo del Estanquillo terminó, pero la sensación de urgencia se quedó flotando en el aire fresco de la CDMX. El camino a 2026 no empieza cuando ruede el balón; empieza ahora, con la preparación, con la expectativa y con la certeza de que seremos anfitriones del mundo.

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