Kimpton pone sobre la mesa los sabores que marcarán 2026: del carbón japonés a los cócteles “techy”

Una noche de jueves. Te sientas en la barra, pides algo “ligero”, y de pronto llega un trago que parece un objeto de diseño: capas visibles, aroma de jardín, una textura que espuma como nube y, al fondo, un amargor elegante que te obliga a bajar la velocidad. No es magia. Es señal.

Porque si algo está cambiando de forma silenciosa, pero brutalmente clara es nuestra relación con la comida y la bebida: ya no buscamos solo “que sepa bien”, buscamos que nos cuente algo. Que tenga intención. Que se sienta. Y con 2026 a la vuelta de la esquina, la conversación se pone seria: la tendencia ya no es el plato perfecto para foto; es la experiencia completa que se queda en tu memoria, como canción que no se te quita.

En ese contexto, el Culinary + Cocktail Trend Forecast anual de Kimpton funciona como un mapa de ruta: reúne el pulso de chefs y bartenders en destinos con escena gastronómica fuerte y traduce ese ruido mundial en ideas concretas ingredientes, técnicas y estilos que van a filtrarse en menús, barras y rituales cotidianos durante el próximo año.

Hay dos formas de leer las tendencias. La lectura superficial dice: “ah, ahora toca X ingrediente”. La lectura real la que vale dice: “la gente está cansada de lo idéntico”. De menús clonados, cocteles que saben a jarabe, lugares que prometen “experiencias” pero entregan fórmulas.

Lo que viene, más bien, se siente como un regreso a lo táctil y lo honesto, pero con herramientas nuevas: tradición + técnica, origen + creatividad, sabor + textura, placer + narrativa. Y sí, también hay una parte rebelde: 2026 le quita el trono a varias obsesiones recientes (el azúcar fácil, el spritz repetido, el “todo licuado”) para poner en el centro cosas más finas, más complejas y más personales.

Imagina el primer segundo: el plato llega todavía tibio, con ese perfume leve a fuego limpio. No es el carbón agresivo de una parrillada improvisada; es un humo casi diplomático. Ahí entra el binchotan, un carbón blanco japonés famoso por su combustión limpia y su capacidad de dar profundidad sin saturar el paladar. En el forecast, se perfila como medio e ingrediente: desde vegetales tatemados hasta preparaciones donde el carbón aparece como gesto de sabor y técnica.

La parte interesante no es “usar carbón”, sino cómo se usa: con precisión, con respeto por la materia prima, sin esconderla. La promesa es simple: volver a sabores auténticos, pero con una ejecución que se siente contemporánea, casi minimalista. Hay comidas que parecen inocentes hasta que el mundo las adopta. En 2026, los pancakes dejan de ser “desayuno” para volverse base versátil: hotteok coreano, bánh xèo vietnamita, msemen marroquí… masas que nacieron en contextos muy específicos y que ahora se reinterpretan con rellenos, salsas y maridajes inesperados.

Una de las tendencias más potentes del forecast es la cocina que mezcla tradiciones no por capricho, sino por identidad: chefs que crecieron entre culturas y cocinan desde ese cruce. En términos prácticos, son platos que se sienten familiares y extraños a la vez, como si tu memoria tuviera pasaporte. El ejemplo del reporte (cordero con demi-glace de manzanilla y técnica europea sobre ingrediente local) apunta justo ahí: sofisticación sin borrar lo propio.

Si 2025 tuvo su obsesión por lo “ácido refrescante”, 2026 lo lleva a un nivel más específico: cítricos híbridos y variedades con aromas raros, dulzor distinto y acidez menos obvia. Calamansi, hallabong y sumo aparecen como el nuevo “guiño” para cocina y coctelería: aderezos con miso, marinados para mariscos, tragos con yuzu y combinaciones que suenan a experimento… hasta que las pruebas salen bien.

Desde México, esta tendencia se lee con una pregunta práctica: ¿qué tan accesibles serán estos ingredientes fuera de grandes ciudades o menús de hotel? Ahí entra la creatividad local: el mismo impulso puede traducirse con cítricos regionales (limón criollo, toronja, naranja agria, mandarina) y técnicas que intensifiquen aroma sin depender del ingrediente “de moda”.

La idea de cenar ligero no se va; se refina. El forecast habla de “snacky suppers”: cenas que no son un plato principal, sino una constelación de bocados bien pensados. Y la jugada clave: dips inspirados en entrées, donde sabores de gumbo o cacio e pepe se convierten en algo para compartir, untar, repetir.

Traducido a vida real: menos rigidez, más libertad. Pero también más intención. Porque no es “picar por picar”; es convertir el snack en experiencia. En un mundo donde todos traemos prisa, esto tiene sentido: lo pequeño puede ser memorable si está bien hecho. Aquí hay un punto serio: si hablamos de café en 2026, hablamos también de clima, de productores, de sostenibilidad real. Y eso bien contado puede ser parte de la nueva masculinidad contemporánea: informada, consciente, con gusto, pero sin pose.

Volvamos a esa barra del inicio. Lo que estás probando no es solo un trago: es una forma de vivir. Un recordatorio de que el placer no tiene que ser ruidoso para ser intenso, y de que la sofisticación puede ser sensorial, no pretenciosa. El forecast de Kimpton es útil por una razón: no te vende una “tendencia” como mandato, sino como conversación.Y si algo define 2026, es eso: comer y beber como acto cultural, no como trámite.

Porque al final, el verdadero lujo no es lo raro: es lo bien pensado.

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