¿Por qué lo gourmand es la tendencia que la Gen Z no suelta?

Durante décadas, el mundo de las fragancias masculinas se movió en un tablero bastante claro: maderas intensas para proyectar poder, cítricos brillantes para hablar de frescura y notas acuáticas para comunicar limpieza casi clínica. Eran códigos entendibles, seguros, aprobados socialmente. Olemos así porque “así huele un hombre”, punto.

Pero nuestra generación no nació para repetir fórmulas heredadas. Creció entre timelines, algoritmos y feeds que premian lo diferente, lo inesperado y lo auténtico. Hoy, para un chico de 18, 20 o 25 años, el aroma no es un simple complemento: es una extensión de su personalidad, de su mood del día, de su narrativa propia. Y ahí entra en juego una palabra que está reescribiendo el manual del olfato masculino: gourmand.

Las fragancias gourmand esas que parecen inspiradas en postres, cafés, barras de chocolate o frutas glaseadas se están apoderando de la repisa del baño y de las mochilas de la Gen Z. Son dulces, sí, pero también son sofisticadas, envolventes, emocionales. Y están retando lo que entendíamos por “oler masculino”. Si miramos hacia atrás, el imaginario olfativo masculino estuvo dominado por tres grandes pilares: lo amaderado, lo cítrico y lo acuático. El mensaje era directo: fuerza, frescura, pulcritud. Fragancias que funcionaban bien con trajes formales, rutinas de oficina y una masculinidad más rígida, casi aspiracional en clave corporativa.

¿Qué hace que una fragancia gourmand sea tan adictiva para la Gen Z? La respuesta está en la memoria. Notas como cereza, durazno, vainilla o praliné activan recuerdos de momentos simples pero poderosos: un postre compartido, un verano sin prisas, una cita que empezó con algo tan sencillo como “¿te gusta esto que traigo puesto?”.

No es casualidad que el 68% de los jóvenes diga que prefiere fragancias diferentes a las de sus amigos. En un mundo donde todos pueden comprar la misma sudadera, seguir las mismas cuentas y escuchar las mismas playlists, el aroma se vuelve una forma íntima y casi secreta de distinguirse. No se ve en la selfie, pero se siente en persona. Lo gourmand se vuelve, entonces, un territorio donde la masculinidad se vuelve más compleja y matizada. Ya no se trata solo de oler “fuerte” o “limpio”; se trata de oler a algo que tenga sentido con el lifestyle propio: noches largas, ciudades brillando, citas improvisadas, viajes con amigos. En ese terreno, una fragancia dulce, pero sofisticada tiene más que decir que un olor genérico que podría llevar cualquier persona.

Durante años, el terreno gourmand estuvo dominado por la perfumería de lujo. Frascos caros, campañas aspiracionales, puntos de venta restringidos. Si querías oler a vainilla envuelta en maderas o a fruta jugosa con un fondo cremoso, tenías que entrar en ese universo de precios altos y códigos formales.

Lo que cambia hoy es que esta estética olfativa se está democratizando. Y ahí es donde marcas de cuidado personal diario empiezan a jugar un rol clave. AXE ha sabido leer este movimiento con precisión: respaldándose en perfumistas de casas como Givaudan y Firmenich, traduce el lenguaje de la perfumería fina a formatos accesibles, pensados para la rutina de baño, el locker del gimnasio y la mochila que se lleva a la universidad. Su Fine Fragrance Collection es un ejemplo claro de cómo el lujo olfativo deja de ser una experiencia esporádica para convertirse en algo cotidiano. En lugar de distinguir entre “fragancia para ocasiones especiales” y “spray para todos los días”, la colección borra esa frontera y plantea algo distinto: todos los días puedes oler a algo que se siente premium, sin que tu cartera sufra en el intento.

Dentro de esta nueva ola, dos propuestas llaman especialmente la atención: Cherry Spritz y Peach Infusion, parte de la Fine Fragrance Collection de AXE. No son solo nombres atractivos, son manifiestos olfativos de lo que la Gen Z quiere oler hoy.

Cherry Spritz juega con un contraste poderoso: una cereza jugosa y vibrante que se cruza con matices de manzana roja, todo sobre un fondo cálido y sofisticado. El resultado es un aroma que se siente fresco al inicio, casi chispeante, y que después se sienta en la piel con una calidez elegante. Es perfecto para quien quiere entrar a una habitación y dejar una estela memorable, sin caer en lo obvio ni en lo exagerado. Por su parte, Peach Infusion mezcla la frescura del durazno con la cremosidad de la vainilla. El efecto es moderno, adictivo y sorprendentemente versátil. Funciona tanto para un día largo de clases como para una salida nocturna. Se siente juvenil, sí, pero también pulido, con un acabado que remite más a perfumería de alta gama que a un simple body spray.

Ambos ejemplos demuestran algo clave: lo gourmand en fragancias masculinas no significa oler a pastel, sino moverse en una zona donde lo dulce, lo cremoso y lo frutal se equilibran con fondos más sensuales y envolventes. Y donde un chico puede permitirse experimentar sin miedo a ser encasillado. Para muchos jóvenes, la primera fragancia propia es un pequeño ritual de independencia. Dejan de usar lo que había en el baño de casa y empiezan a elegir algo que tenga que ver con ellos.

Aquí, el movimiento gourmand tiene una enorme ventaja: permite construir aromas que se recuerdan, que se distinguen, que conectan con emociones específicas. Y cuando este lenguaje se cruza con propuestas innovadoras, accesibles y con un acabado premium, como las que impulsa AXE para el día a día, el resultado es claro: la fragancia deja de ser un accesorio más y se convierte en parte del branding personal.

La pregunta no es si lo gourmand “es para hombres”, sino si los hombres están listos para aceptar que el poder también puede oler a cereza, durazno y vainilla.

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