Hay algo magnético en la arquitectura de Dubái que desafía la lógica. Estás parado frente a estructuras que cortan el cielo, rodeado de un desierto que parece infinito, y la sensación térmica te recuerda que estás en uno de los entornos más hostiles y, a la vez, más lujosos del planeta. Aquí, el tiempo no se mide igual que en Occidente. No se trata solo de puntualidad suiza, sino de legado, de dinastías familiares y de una apreciación casi religiosa por la artesanía. Si has estado en la región, sabes que el lujo no es silencioso, pero sí tiene códigos muy estrictos de respeto y jerarquía.
Esa tensión entre la tradición milenaria y el futurismo agresivo es el escenario perfecto para entender lo que sucede cuando dos gigantes deciden que mirar el reloj es, ante todo, un acto cultural. Hemos seguido de cerca cómo el Medio Oriente ha pasado de ser un simple mercado consumidor a convertirse en un dictador de tendencias globales. Y justo ahí, en el epicentro de esa transformación, sucede la Dubai Watch Week.
Olvídate de las ferias de relojería acartonadas y silenciosas de Europa. La séptima edición de Dubai Watch Week se siente diferente; es una plataforma de creatividad que vibra con una energía distinta. No es solo comercio, es una celebración de la mecánica en el corazón de la cultura relojera actual. Aquí, los coleccionistas no solo compran; debaten, exigen y entienden la ingeniería detrás de cada pieza.

En este contexto, fuimos testigos de una colisión de aniversarios que difícilmente volveremos a ver. Por un lado, los 20 años de la colección Big Bang, esa silueta que en 2005 rompió las reglas de lo que debía ser un reloj deportivo de lujo. Por el otro, el 75º aniversario de Ahmed Seddiqi & Sons, la familia que prácticamente enseñó a la región a apreciar la alta relojería y que hoy opera como el guardián del tiempo en los Emiratos.
Hablemos primero del Hublot Big Bang All Black Ahmed Seddiqi 75th Anniversary. Limitado a solo 10 piezas, es una clase maestra de la filosofía “visibilidad invisible”. Fabricado completamente en cerámica negra, su presencia es casi una sombra táctica, hasta que la luz golpea los números arábigos en la esfera. Este detalle no es menor. Ver la numeración índigo-arábiga en un diseño tan contemporáneo como el Big Bang crea un puente visual inmediato entre la ingeniería suiza y la caligrafía de Medio Oriente. Al girarlo, el rotor de oro 4N de 22 quilates grabado con el logo del 75 aniversario rompe la oscuridad, recordándote que llevas una pieza de historia en la muñeca.


Por otro lado, el Big Bang Titanium Grey, limitado a 25 unidades, juega en una liga diferente. Aquí la apuesta es por la textura. El titanio pulido y satinado ofrece ese look técnico y frío que tanto nos gusta en NEOMEN. Es robusto, ligero y mantiene esa arquitectura de “sándwich” en la caja que ha definido a la colección por dos décadas. Ambos modelos laten gracias a un movimiento automático con 72 horas de reserva de marcha. Es decir, puedes dejarlo el viernes en la mesa de noche, irte de fin de semana y el lunes seguirá marcando el ritmo de tu semana laboral.

Aquí es donde vale la pena detenerse y ser críticos. El mercado de lujo está saturado de “ediciones limitadas” que, muchas veces, son solo cambios de color cosméticos para justificar un precio elevado. ¿Es este el caso?
Podría parecerlo a simple vista, pero hay un matiz importante. La inclusión de los números arábigos y la limitación extrema de las piezas (10 y 25 unidades) las convierte en objetos de deseo reales para el coleccionismo regional. No es un producto masivo disfrazado de exclusivo. Es un reconocimiento de que el coleccionista de Dubái, Doha o Riad tiene un gusto específico que merece ser honrado en el diseño, no solo en el marketing.


Además, la alianza entre Hublot y Seddiqi no es nueva; es una relación de larga data que valida la estrategia de la marca suiza: pensar global, pero actuar hiper-local. Mientras otras casas relojeras intentan imponer sus códigos europeos sin filtros, Hublot se adapta, se fusiona y respeta el terreno que pisa. Eso, en un mundo globalizado donde la identidad se diluye, tiene un valor incalculable.
Tener un Big Bang en la muñeca siempre ha sido una declaración de principios: te gusta el riesgo, valoras la ingeniería y no te da miedo el volumen. Pero tener una de estas ediciones suma una capa de profundidad narrativa. Es entender que el lujo contemporáneo no se trata de acumular, sino de pertenecer a un momento y a un lugar.

