Can-Am Day 2025: crónica de polvo, torque y la búsqueda de libertad en Nuevo León

El silencio en la montaña no dura mucho cuando tienes trescientos pares de ojos esperando la señal de salida.

Hay una tensión particular en el aire del norte de México, una mezcla entre el calor seco que curte la piel y esa geografía imponente de la Sierra Madre que parece retarte a intentar subirla. A veces, la rutina urbana de la Ciudad de México o Guadalajara nos hace olvidar que, fuera del asfalto y las notificaciones de Slack, existe un mundo físico, tangible y brutalmente honesto. Nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad de los interiores climatizados que la idea de llenarse de tierra se ha convertido en un lujo, en una anomalía necesaria. El fin de semana pasado, esa anomalía tuvo nombre y apellido en Santiago, Nuevo León.

Estuvimos ahí, entre el rugido de los motores y el olor a gasolina quemada, para entender por qué más de 300 personas deciden que la mejor forma de pasar su tiempo libre es desafiando la gravedad y la física en un vehículo que parece sacado de una película de ciencia ficción distópica. Esto no fue solo una prueba de manejo; fue un recordatorio de que el control absoluto es una ilusión, y que la verdadera diversión empieza justo cuando estás a punto de perderlo.

Nuevo León tiene algo que el resto del país envidia en secreto: una cultura del motor que no pide disculpas. Mientras en otras latitudes se discute la estética, aquí se discute la potencia. La pista 4×4 PRO en Santiago no es un circuito sanitizado; es un terreno hostil diseñado para romper máquinas que no estén a la altura.

Al llegar al Can-Am Day 2025, lo primero que notas no son los vehículos, sino la comunidad. Hay una especie de hermandad tácita entre quienes practican el off-road. No importa si eres un veterano con cicatrices de mil rutas o un novato que apenas está entendiendo la diferencia entre bloqueo de diferencial y tracción simple. El ambiente es familiar, sí, pero con esa aspereza agradable de las carnes asadas regias y la música en vivo compitiendo con el sonido de los escapes.

Subirse a un Can-Am Maverick R o a un Defender en este entorno cambia tu perspectiva sobre la ingeniería. No estamos hablando de especificaciones en un papel, sino de cómo esa ingeniería se traduce en sensaciones viscerales. Durante las pruebas de manejo, hubo un momento clave al volante del Maverick X3. Tienes enfrente una pendiente de rocas sueltas que, por lógica, debería ser intransitable. Tu cerebro reptiliano te dice que frenes. Pero la tecnología del vehículo te pide fe. Aquí es donde sistemas como el Smart-Lok™ dejan de ser términos de marketing y se convierten en tu salvavidas. Sientes cómo la tracción se distribuye milimétricamente a la rueda que tiene agarre, ignorando la que está girando en el aire. Es una conversación en tiempo real entre el piloto, la máquina y el terreno.

Este modelo específico, diseñado para el rock crawling (escalada de rocas), introduce una transmisión DCT de 7 velocidades sin banda. Para los entusiastas, esto es un cambio de juego. Eliminar la banda significa eliminar uno de los puntos de ansiedad más comunes en rutas largas y técnicas. La respuesta del motor Rotax RR de 240 hp es inmediata, casi telepática. Al conducirlo, la sensación no es de «ir rápido», sino de tener una capacidad de respuesta quirúrgica en terrenos donde un error de cálculo cuesta caro.

Steven Fuentes, Coordinador de Marketing de Can-Am Off Road México, lo resumió bien durante el evento: se trata de «libertad de explorar sin límites». Y aunque suene a frase hecha, cuando estás a mitad de una ruta, con el polvo cubriendo el tablero y la adrenalina a tope, la frase cobra un sentido literal. No compras estos vehículos para ir del punto A al punto B; los usas para descubrir qué hay en medio, donde no hay caminos trazados.

Sería un error pensar que el Can-Am Day 2025 se trató solo de fierros y caballos de fuerza. Hay un componente social fascinante en estos eventos. Vimos zonas de descanso donde las jerarquías laborales desaparecen. El CEO comparte mesa con el estudiante; el factor unificador es el polvo en la ropa y la sonrisa nerviosa de quien acaba de bajar una pendiente vertical.

La tecnología de BRP (la casa matriz detrás de Can-Am) está empujando hacia un rendimiento más eficiente, y aunque la potencia sigue siendo el rey, la precisión y el control ayudan a minimizar el impacto innecesario en los ecosistemas. Es un equilibrio delicado: queremos la brutalidad de la experiencia, pero necesitamos la sofisticación de la conciencia ambiental para que estos pasatiempos sigan siendo viables en el futuro.

Al final del día, cuando los motores se apagan y el silencio vuelve a caer sobre Santiago, queda una sensación física de satisfacción. Te duelen músculos que no sabías que usabas para conducir. Tienes tierra en lugares improbables. Pero tu mente está despejada.

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