Hoy en día, no se necesitan decenas de pasarelas y portadas para decir que se es una supermodelo, pero sí el estatus de estrella.
Tras el mes de la moda, con la actuación de Bella Hadid en el cierre del desfile de Coperni aún fresca en la mente, uno se pregunta si las supermodelos siguen existiendo, y pensando en este caso concreto, habría que responder afirmativamente.
Por supuesto, desde un punto de vista casi utópico, ese momento habría tenido un impacto aún más potente, sobre todo en el futuro, si la modelo elegida no hubiera sido un tamaño de muestra, pero en cualquier caso no se puede negar tanto la bravura de Hadid, que en esta ocasión se elevó a la categoría de verdadera actriz como la gigantesca resonancia mediática que tuvo el espectáculo, debida en gran parte a la propia Hadid.
El momento viral ha reavivado la reflexión sobre quiénes son las supermodelos de hoy en día, y si son al menos comparables a las del pasado, dado que figuras como Kate Moss y Naomi Campbell nunca se han retirado realmente. Mientras los montajes de vídeo de los mejores paseos de las modelos enloquecen en TikTok, es la podcaster y experta en belleza y fotografía Charisse Kenion quien se pregunta: ¿todavía existen las supermodelos?
Según Kenion, nadie ha podido superar a «La Trinidad», el trío formado por Naomi Campbell, Christy Turlington y Linda Evangelista, ampliado posteriormente con la llegada de Claudia Schiffer y Cindy Crawford.
A pesar de su indiscutible carisma, las modelos de los noventa eran consideradas perchas, maniquíes, llamadas a modular su porte y actitud según los deseos de los diseñadores, desprendiendo feminidad, confianza, sensualidad o provocación de vez en cuando.
Las supermodelos de la «vieja guardia» eran consideradas estrellas porque se comportaban como tales, asistiendo a las fiestas más exclusivas, apareciendo en la prensa sensacionalista y en las revistas de moda, y apareciendo en enormes vallas publicitarias y en las fotos de los paparazzi. Fue la propia Claudia Schiffer quien declaró: «Para llegar a ser una supermodelo tienes que estar en todas las portadas del mundo a la vez, para que la gente te reconozca.» Esas personalidades fuertes y famosas fueron en parte barridas por la llegada de actrices y cantantes, preferidas por las revistas y las marcas porque tenían más capacidad de atraer al público.
Hoy en día, las supermodelos siguen existiendo, pero lo que las convierte en supermodelos no es tanto su paso por la pasarela, el número de campañas en las que aparecen o los contratos millonarios que firman, sino su resonancia, su fama y su influencia, en la mayoría de los casos fruto de su seguimiento online, en las redes sociales, o del cotilleo más tradicional. Al igual que los directores y productores confían en un reparto conocido para el éxito de una película, los diseñadores y directores de casting confían en supermodelos cuya fama ha trascendido los límites de la industria, dándose a conocer al gran público, como Irina Shayk o Gisele Bündchen.
Según Mandy Lee, pronosticadora de tendencias y experta en moda, el término supermodelo dejó de tener sentido en torno a 2010, en gran medida con la llegada de las redes sociales y, por tanto, con la posibilidad de que las modelos tuvieran su propia voz y la ejercieran. Antes, una modelo de éxito, a menudo descubierta muy joven o cuya familia ya tenía vínculos con el mundo de la moda, estaba rodeada de un aura de misterio, prevalecía el dicho de ser vista, no oída.
Hoy en día, ese dictado se ha olvidado por completo y el cambio de percepción se ha producido en línea. Las supermodelos no únicamente han encontrado un canal de comunicación a través del cual darse a conocer y ser reconocidas, eligiendo batallas personales o marcas que promocionar.
El propio público, y en particular la generación más joven, ha redescubierto un interés olvidado por estas figuras. TikTok parece ser un lugar especialmente fértil para el éxito de los contenidos dedicados a las modelos del momento, con montajes que comparan paseos y pasarelas, con vídeos que analizan sesiones de fotos, portadas y campañas. Cada vez son más los miembros de la Generación Z que empiezan a reconocer y apreciar nombres como Vittoria Ceretti, Mona Tougaard, Anok Yai, Yasmin Wijnaldum, Imaan Hammam y Nora Attal, profesionales que hasta hace una década solo habrían sido conocidos por los de la industria de la moda.
Sin embargo, hay quienes van en la dirección contraria. Virginie Viard en Chanel, por ejemplo, aparte de casos muy raros en los que ha involucrado a estrellas internacionales como Penélope Cruz, prefiere confiar en modelos que pueden ser desconocidas para la mayoría, pero que a menudo hacen más desfiles que Kendall y Gigi juntas, y que llevan años trabajando en la industria, una fuerza silenciosa querida por los insiders. Así, Viard prefiere destacar la ropa y el entorno, más que las personalidades individuales. Del mismo modo, en Prada es habitual colocar nombres más conocidos junto a modelos debutantes, lo que indica el poder de una casa de moda a la hora de definir los cánones de belleza contemporáneos.