Así reinventó Louis Vuitton el lujo (y la comida) en Via Montenapoleone

Hay ciudades que vibran con una energía particular, lugares donde el peso de la historia no aplasta, sino que impulsa la vanguardia. Milán es una de esas capitales indiscutibles, un epicentro donde la moda, el diseño y un estilo de vida sofisticado convergen con una naturalidad casi desafiante. En su corazón, el Quadrilatero della Moda late como un distrito que es mucho más que escaparates; es un manifiesto de aspiraciones. Y dentro de este enclave, ciertas direcciones trascienden su función comercial para convertirse en hitos culturales. Recientemente, una de sus esquinas más emblemáticas ha despertado de un letargo transformador, lista para redefinir no solo un espacio, sino la experiencia misma del lujo contemporáneo. Un renacimiento que dialoga con el pasado mientras proyecta una visión audaz del futuro.

El Palazzo Taverna, esa imponente estructura neoclásica tardía que custodia la entrada de Via Montenapoleone desde 1835, ha sido testigo silencioso de la evolución del estilo milanés. Su reciente restauración, un meticuloso trabajo de tres años, va más allá de una simple renovación; es una reinvención arquitectónica orquestada con maestría. La intervención, liderada por la visión singular de Peter Marino, ha conseguido duplicar el espacio útil sin sacrificar el alma del edificio. Al cruzar el umbral histórico, la sensación de amplitud es inmediata. El corazón del proyecto late en el patio interior, transformado en un evocador espacio que recuerda a las case di ringhiera tradicionales, pero coronado por un lucernario de cristal. La luz natural se convierte en un elemento dinámico, dibujando sombras y reflejos sobre el verdor que cae en cascada desde los balcones, creando una atmósfera viva y cambiante.

La elegancia, como suele suceder, reside en los detalles y en la elección de los materiales. Aquí, el homenaje a la artesanía lombarda es palpable. Toda la carpintería se ha realizado localmente, y las piedras, hasta quince variedades distintas incluyendo el tradicional Giallo di Siena, han sido cortadas en talleres de la región. La escalera principal es una obra en sí misma, inspirada en la icónica Villa Necchi Campiglio de Piero Portaluppi. Sus tres tramos, revestidos en pergamino lacado con un patrón de damero un guiño sutil al motivo Damier de Louis Vuitton flotan en un hueco que respira modernidad, anclada en referencias históricas como el Palazzo Bagatti Valsecchi. Este diálogo constante entre lo clásico y lo contemporáneo define cada rincón, desde los techos estucados inspirados en los vestíbulos milaneses hasta el salón privado revestido con paneles metálicos de Elisabett Gudmann.

Pero este espacio es mucho más que arquitectura; es una galería curada con intención. Obras de Mimmo Paladino, Carla Accardi, Peter Halley y Alfonso Clerici dialogan con piezas emblemáticas del diseño italiano moderno, cuidadosamente seleccionadas y restauradas. Nombres como Gio Ponti, Ico Parisi, Osvaldo Borsani y Angelo Mangiarotti pueblan las estancias, no como meros adornos, sino como parte integral de una narrativa que fusiona arte, diseño y legado. Es un entorno que invita a la contemplación, elevando la experiencia de compra a una inmersión cultural. Esta dedicación se extiende a la presentación de las colecciones del hogar, donde Milán se convierte en la primera tienda de la Maison en dedicar una planta entera al diseño, incluyendo los Objets Nomades y una fiel reproducción del comedor histórico de la familia Vuitton en Asnières, acercando al visitante a la historia íntima de la marca.

Descendiendo al sótano, donde reside el universo masculino, la restauración deparó sorpresas inesperadas. El descubrimiento de los cimientos originales del siglo XIX del Palazzo Taverna, con sus bóvedas de crucería y cañón, llevó a una decisión audaz: preservar y realzar esta arquitectura ancestral. Los ladrillos de arcilla restaurados y dejados a la vista crean un contraste poderoso con la sofisticación de las colecciones, un recordatorio tangible de las capas de historia sobre las que se construye el presente. Es aquí donde la propuesta de Louis Vuitton para el hombre encuentra un escenario único, un espacio que habla de raíces profundas y de una masculinidad que no teme mostrar su estructura interna, su fuerza original.

La experiencia se completa y se eleva a través de la gastronomía, una colaboración sin precedentes con el grupo Da Vittorio, poseedor de tres estrellas Michelin. El Da Vittorio Café Louis Vuitton ocupa el antiguo patio central, transformado en un jardin d’hiver bajo el techo de cristal. Aquí, entre una cuidada selección botánica a cargo del paisajista Marco Bay y sobre un suelo artístico de Martin Kline, se ofrece un concepto de “luxury snacking”. Platos familiares reinventados con ingenio y refinamiento, como el icónico sándwich tostado con tres tipos de tomate o una notable variedad de preparaciones con huevos, culminando en los ya emblemáticos postres de la casa. Es una pausa sofisticada, un interludio de sabor en el corazón del lujo.

Para una inmersión culinaria más profunda, DaV by Da Vittorio Louis Vuitton, ubicado en la histórica dirección de Via Bagutta 1, propone un “casual fine dining” en un ambiente vibrante y contemporáneo. El diseño interior, con toques audaces como la Pantera Rosa de Katherine Bernhardt y paneles de madera que reproducen la textura del cuero de Louis Vuitton, contrasta con la formalidad de la calle. Aquí, la excelencia de la cocina italiana de los hermanos Cerea se expresa con libertad, utilizando ingredientes de temporada y calidad absoluta. Platos como el osso buco se presentan con guiños visuales al universo de la Maison, como el risotto azafranado con la forma de la flor del Monograma. Es una celebración del savoir-faire italiano, donde la autenticidad y la simplicidad alcanzan el estatus de verdadero lujo.

La reapertura en Via Montenapoleone trasciende el concepto de una simple tienda. Es la materialización de una visión ambiciosa donde la moda, el arte, el diseño y la alta gastronomía no solo coexisten, sino que se potencian mutuamente. En una era donde lo digital domina, este espacio reivindica con fuerza el poder de la experiencia física, del encuentro tangible con la belleza y la excelencia artesanal. Representa un bastión cultural que rinde homenaje a Milán, a su herencia y a su inagotable capacidad de reinventarse.

Más que un destino de compras, se erige como un testimonio de cómo el lujo contemporáneo debe entenderse: no como mera ostentación, sino como una inmersión profunda en la cultura, la historia y el placer sensorial.

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