En el vertiginoso universo de la música electrónica, donde las carreras a menudo brillan con la fugacidad de un estrobo en la madrugada, existen trayectorias que se cincelan con la paciencia del artesano y la visión del arquitecto.
Alan Salomón no es un nombre que emergió con la espuma de una tendencia pasajera; es la firma de una década de evolución sonora, un testimonio de cómo la persistencia y una identidad clara pueden forjar un legado. Ahora, con el anuncio de «Peacemaker» como su carta de presentación para esta nueva etapa, se nos invita no solo a escuchar un track, sino a ser testigos de una recalibración artística que promete resonar con una profundidad distinta, más atemporal. Es el momento de analizar al hombre detrás de las tornamesas, al estratega del beat que ha navegado las mareas de la industria sin perder el norte.
La génesis de un artista a menudo se encuentra en momentos fortuitos, casi predestinados. Para Salomón, ese instante seminal ocurrió en Oceanside, con Garage Band como herramienta y la curiosidad como motor. Mirar retrospectivamente a ese joven experimentando con ritmos evoca una reflexión poderosa sobre el camino recorrido. Si aquel Alan incipiente pudiera recibir un consejo del artista consolidado que es hoy, este resonaría con la contundencia de sus bajos: «Que siga sus sueños y luche por ellos, que cada sueño va acompañado a un sacrificio y que ese sacrificio será fruto del trabajo, el esfuerzo y la dedicación». Esta máxima, lejos de ser un cliché motivacional, se erige como el pilar de una carrera que ha sabido de tesón y recompensas, una filosofía que en NEOMEN valoramos al destacar a figuras que construyen su propio imperio.
La figura del DJ global suele asociarse con una vida de perpetua efervescencia nocturna. Sin embargo, Salomón encarna una dualidad fascinante: el titán de los escenarios internacionales y, tras bambalinas, el esposo y padre dedicado. Navegar estas dos corrientes vitales exige lo que él define con una palabra: «Balance». Esta capacidad de compartimentar y entregarse por completo a cada rol, sea el DJ que electriza multitudes o el hombre de familia, es quizás uno de sus activos más significativos. «Cuando soy Alan el DJ, ese es mi papel y me aboco a él. Cuando soy papá y esposo, trato de ser el más dedicado y de dar lo mejor de mí». La paternidad, lejos de ser un ancla, parece infundir una nueva dimensión a su perspectiva creativa, una madurez que se destila en su música.

Romper barreras es una constante en la trayectoria de Salomón. Llevar la electrónica a escenarios tan colosales y heterogéneos como la Fórmula 1 implica más que solo presionar ‘play’. Requiere una comprensión casi camaleónica del público y una adaptabilidad sonora estratégica. «Siendo versátil. En el mundo de la música de hoy, si no eres versátil, no tienes un lugar en la escena», afirma con una certeza que desarma. Esta versatilidad no es una concesión, sino una expansión de su dominio, permitiéndole conectar con audiencias que quizás no se consideraban adeptas al género, un testimonio de cómo la calidad y la estrategia pueden abrir cualquier puerta.
Las colaboraciones son otro lienzo donde Salomón plasma su visión. Haber trabajado con nombres tan dispares como Moenia, Playa Limbo o Drake Bell habla de una búsqueda que trasciende géneros. ¿El secreto? «Primero que nada, empatía con el artista y que nuestros sonidos empaten o tengan una similitud. También y lo más importante, la relación personal». Este enfoque, que prioriza la conexión humana antes que la transacción profesional, dota a sus fusiones de una organicidad palpable, una sinergia donde las identidades se complementan sin fagocitarse.
Si en 2015 la aventura y las emociones primarias eran su combustible creativo, casi una década después, la paleta se ha enriquecido. «Hoy en día me dejo llevar por emociones como la alegría, la paz y la inclusión. Estos son los indicadores con los que deseo transmitir con mi música». Esta evolución en su fuente de inspiración refleja no solo un crecimiento personal, sino una adaptación inteligente a un mundo que clama por mensajes más profundos y unificadores, una sensibilidad que desde NEOMEN consideramos esencial en los líderes de opinión contemporáneos.
La dicotomía entre la meticulosidad del estudio y la energía visceral del directo ha sido un tema recurrente para muchos productores. Para Salomón, la balanza sigue inclinándose hacia la conexión con la audiencia. «Hoy disfruto mucho las presentaciones en vivo con público, fuera de los escenarios soy una persona muy reservada, por lo que esto me da la apertura a conectar con nuevas personas y experiencias». «Peacemaker» y los futuros lanzamientos nacen en la introspección del estudio, pero están concebidos para detonar en la experiencia colectiva del live set, un ciclo creativo que se retroalimenta.

Como referente indiscutible de la electrónica en México, la perspectiva de Salomón sobre la escena nacional es invaluable. La describe como «incansable» y celebra su evolución positiva, con talentos mexicanos brillando en todos los subgéneros. Su rol, sin embargo, va más allá de hacer bailar; siente una responsabilidad hacia las nuevas generaciones. «Siempre trato de contribuir positivamente hacia la nueva generación de DJs mexicanos con consejos y comentarios para que sigan creciendo». Este compromiso con el futuro de la música electrónica en el país subraya su estatura como pilar de la industria.
Mirando más allá de «Peacemaker», la visión de Alan Salomón es expansiva. «Estamos creando un nuevo espacio sensorial. Esperen nuevos formatos y experiencias en un futuro muy cercano». Esta promesa de innovación sugiere que su exploración sonora y conceptual está lejos de agotarse, abriendo la puerta a territorios inexplorados que mantendrán a la audiencia en vilo. Para la nueva guardia de productores y DJs mexicanos, su consejo es oro puro, forjado en la experiencia: «Que aprovechen sus oportunidades, porque hay pocas y que sepan que hay mucho trabajo que hacer, muchos ‘No’ antes de los ‘Sí’ y que no es un sprint, sino un maratón».
Alan Salomón no es simplemente un DJ o un productor; es la encarnación de una masculinidad contemporánea que entiende la fuerza en la vulnerabilidad, el poder en la versatilidad y el legado en la constancia. «Peacemaker» no es solo el inicio de una nueva era sonora, sino la reafirmación de un artista que ha entendido que la verdadera trascendencia no reside en la efímera luz de la tendencia, sino en la construcción metódica de una obra que dialogue con su tiempo sin dejar de ser atemporal. En un mundo saturado de ruido, su música y su trayectoria ofrecen una claridad y una solidez que invitan no solo a escuchar, sino a reflexionar sobre el calibre de artista que se necesita para dejar una marca indeleble.
