Hay objetos que se poseen y hay objetos que nos poseen. En el universo masculino, el calzado no solo es un accesorio: es una extensión del temperamento, del aplomo con el que un hombre pisa el mundo.
En tiempos donde la moda se diluye entre tendencias efímeras y colecciones sin alma, el verdadero lujo se reconoce en lo que perdura, en lo que se construye para acompañar a lo largo de los años. Y en ese sentido, un buen zapato no solo carga con nuestro cuerpo: carga con nuestra historia.
La artesanía, hoy más que nunca, se convierte en un manifiesto silencioso. En un gesto de resistencia frente a la producción desechable, frente al ruido del consumo apresurado. Usar un zapato bien hecho no es una concesión a la nostalgia, sino una decisión consciente de volver al origen sin renunciar al presente. Es entender que el estilo no está en lo aparente, sino en lo que permanece. Y si hablamos de permanencia, hay piezas que se convierten en emblemas de esa idea. Tramezza es una de ellas.

Concebido en los talleres de Ferragamo, Tramezza no es un calzado común. Es el resultado de una conversación entre generaciones de artesanos, donde cada puntada honra una tradición centenaria que se niega a ser obsoleta. Desde la elección del cuero hasta el último pulido, hay hasta 160 etapas en la creación de cada par. Un proceso meticuloso, exigente, casi obsesivo, donde cada componente tiene un propósito que va más allá de lo estético: estabilidad, confort, durabilidad, y sobre todo, identidad.
El nombre Tramezza proviene de una pieza esencial: una capa de cuero densa, pero flexible que se ubica entre la plantilla y la suela. Esta estructura, más que una innovación técnica, representa una filosofía de diseño que privilegia lo que no se ve, pero se siente. Lo invisible que moldea la experiencia. Lo funcional que define el lujo. Y es ahí donde reside la diferencia entre un zapato y una obra de ingeniería emocional.


En una era donde todo parece diseñado para desaparecer rápido, Tramezza es, paradójicamente, sustentable porque puede resistir. Su suela se puede desmontar y reconstruir, pero el molde que ha memorizado la forma del pie la verdadera alma del zapato permanece intacto. Es un producto hecho no solo para durar, sino para evolucionar con su dueño. Porque caminar no es solo moverse: es afirmar quién eres sin decir una palabra.
En su edición 2025, Ferragamo presenta una pop-up inmersiva dedicada a Tramezza en El Palacio de Hierro Polanco. Abierta del 16 de mayo al 16 de junio, esta instalación sensorial invita a los visitantes a adentrarse en un universo donde la elegancia no es un adorno, sino una construcción meticulosa. No es solo una exposición: es una experiencia que permite ver, oler, tocar y entender el proceso detrás de cada par. Un tributo contemporáneo a la tradición zapatera italiana, pero con una sensibilidad que conecta con el hombre actual.

Lo que diferencia a Tramezza no es solo su construcción doble cosida ni su cambrione de acero patentado, diseñado para brindar soporte al arco del pie. Es el nivel de atención al detalle: desde el brogue clásico hasta el Oxford minimalista o el audaz double monk, cada modelo está concebido para adaptarse a distintos estilos sin sacrificar carácter. El cuero, teñido a mano para lograr un efecto matizado, convierte cada par en una pieza irrepetible. Y si a eso sumamos la posibilidad de personalizarlo con las iniciales del usuario, Tramezza se convierte en un símbolo de lujo íntimo. No necesita logotipos: necesita presencia.
Este tipo de calzado no busca llamar la atención. Busca respeto. Es para quienes entienden que la sofisticación no siempre brilla, pero siempre se nota. Para el hombre que quiere caminar con el aplomo de quien sabe lo que lleva puesto y lo que lleva dentro. Que encuentra en el acto de elegir sus zapatos, un ritual silencioso pero contundente.
