En un mundo que se redefine a cada instante, donde las líneas de lo establecido se desdibujan para dar paso a nuevas narrativas, la figura del hombre contemporáneo se encuentra en un fascinante proceso de introspección y reinvención.
Ya no bastan los moldes de antaño; hoy, la masculinidad se explora desde la autenticidad, la vulnerabilidad y una fuerza que reside, paradójicamente, en la capacidad de ser multifacético. Es en este cruce de caminos donde el arte, y en particular el teatro, emerge no solo como un reflejo de estas transformaciones, sino como un catalizador. Hay creadores que, con audacia y una visión incisiva, utilizan el escenario para descorrer el velo sobre las complejidades del ser, invitándonos a un diálogo que va más allá del aplauso final. Se trata de un pulso vital, una búsqueda de significado que resuena con la esencia de lo que significa ser hombre en el siglo XXI.
Hablar de Pablo Perroni es referirse a una trayectoria que ha sabido transitar con solidez entre la pantalla y las tablas, pero es en el teatro donde su huella se percibe con una profundidad particular. Con más de dos décadas de carrera, este actor y productor mexicano ha demostrado una versatilidad que le ha permitido encarnar una amplia gama de personajes en televisión, participando en producciones emblemáticas que van desde la comedia hasta el drama. Sin embargo, su incursión como productor y gestor cultural revela una faceta aún más determinante: la de un hombre comprometido con la creación de espacios para historias que importan, que incomodan y que, sobre todo, invitan a la reflexión. Su labor al frente del Foro Lucerna, un espacio que adquirió hace más de una década junto a Mariana Garza, es testimonio de esta visión. Este foro, concebido como una caja negra versátil, se ha convertido en un semillero para producciones experimentales y necesarias en la escena de la Ciudad de México.
La filosofía de Perroni parece anclada en la convicción de que “las historias salvan vidas”, una idea que resuena con fuerza en su selección de obras y en su manera de abordar la producción teatral. No se trata solo de entretener, sino de utilizar el poder del teatro para tocar fibras sensibles, para generar conversación sobre temas cruciales como la salud mental, la identidad y la diversidad. Esta búsqueda constante por narrativas que exploren la esencia de lo humano, a veces desde ángulos difíciles como la depresión o el suicidio, como lo hizo con Puras Cosas Maravillosas, demuestra una valentía y una sensibilidad que trascienden lo meramente comercial. Perroni no teme adentrarse en territorios complejos, porque entiende que es precisamente en esa exploración donde el teatro alcanza su máximo potencial transformador. Su declaración de bisexualidad en 2022 añade otra capa a su figura pública, alineándose con su compromiso por la autenticidad y la representación.
Una de las producciones más significativas y recientes en la carrera de Pablo Perroni es Destello, obra del dramaturgo inglés Michael Batten, originalmente titulada Remembrance Monday. Perroni no solo protagoniza esta puesta en escena junto a Alejandro Oliva, sino que también funge como productor y traductor, evidenciando su profundo involucramiento con el proyecto. La obra, que se presenta en el Foro Lucerna, ha sido recibida con interés por su capacidad para explorar las complejidades de una relación gay enfrentada a un evento inesperado que lo cambia todo, sumergiendo al espectador en un torbellino de recuerdos fragmentados y realidades distorsionadas.
La elección de Destello no es casual. Perroni llevaba tiempo buscando una historia con temática LGBTQ+ que se alejara de los lugares comunes y abordara la diversidad desde una perspectiva más profunda y universal. La obra, descrita como un thriller emocional y una historia de amor «dura, pero hermosa”, plantea cuestionamientos sobre el amor, la pérdida, la memoria y la fragilidad del ser humano. La trama, que se desenvuelve de manera no lineal, mantiene al espectador en vilo, tratando de armar el rompecabezas de la relación entre Julio (Perroni) y Carlos (Oliva). Esta estructura narrativa, que inicialmente puede parecer confusa, se revela como una herramienta eficaz para sumergir al público en el drama interno de los personajes.
La apuesta de Pablo Perroni por Destello se inscribe en un contexto más amplio sobre la importancia de la representación LGBTQ+ en el teatro mexicano actual. Como él mismo ha señalado, aunque el drama central de la obra podría aplicarse a cualquier pareja, el hecho de que sea una relación gay es crucial. En un momento en que se perciben posibles retrocesos en materia de derechos y aceptación a nivel global, contar estas historias se vuelve un acto de resistencia y validación. El teatro, en este sentido, se convierte en un espacio para la visibilidad y la normalización, no como algo “exótico” o marginal, sino como narrativas válidas y emocionalmente poderosas que reflejan la cotidianidad de muchas personas.
El trabajo de Perroni, al elegir obras que abordan la vulnerabilidad, la identidad sexual y las relaciones afectivas desde una perspectiva no hegemónica, contribuye a ampliar el espectro de lo que significa ser hombre hoy. Al presentar personajes masculinos complejos, con sus inseguridades y sus luchas internas, como el Julio de Destello, se desafían los estereotipos del “macho alfa” y se abre la puerta a una masculinidad más auténtica y humana. Este tipo de representaciones son fundamentales, especialmente cuando consideramos que la presión por encajar en moldes rígidos de masculinidad puede tener un impacto negativo en la salud mental de los hombres.
