La cultura del grooming masculino cambió de piel. Ya no se trata solo de barba y fijador, sino de pequeños rituales que elevan el día: un aroma preciso, una textura que no estorba, un gesto que dice “aquí hay criterio”.
En verano, ese gesto tiene sabor tropical: Whiskisses, lip balms inspirados en cocteles que llevan la vibra de playa directamente al bolsillo. No es un chiste privado de marketing; es el tipo de movimiento que convierte un producto cotidiano en un guiño cultural. La Generación Z no compra cosas, compra situaciones compartibles. Un lip balm con sabores que remiten a cocteles de temporada conecta con ese mapa mental donde caben lo sensorial, lo estético y lo social. En un mundo donde el feed es la plaza pública, un objeto miniatura puede crear una micro-escena: el momento de sacarlo, el close-up a la barra de labios, la risa, la foto. Ese es el valor. No es skincare por skincare; es autocuidado con narrativa.
Buchanan’s intercepta esa conversación sin disfrazarse de algo que no es. En lugar de “explicar” que su whisky puede ser versátil, lo demuestra: toma las notas tropicales de sus Buchanitas Colada de Piña y Coco y las traduce en un formato inesperado. El resultado no grita. Susurra, y por eso se queda. El verano tiene un idioma propio: luz alta, piel al sol, playlists ligeras, texturas que no estorban. Whiskisses se clava ahí. Pocas categorías lo tienen tan claro: pequeño, portable, unisex, fotogénico.
- Sensorial: notas de piña y coco que apelan al recuerdo inmediato del coctel.
- Funcional: hidratación discreta, sin brillos incómodos, pensada para el día a día.
- Cultural: puente entre bar y baño; del bartender al neceser.
Cuando Buchanan’s suma una activación en Parque Lincoln con carteles de “Se regalan kisses” y apariciones de Diego Klein y Yare Santana, el gesto se amplifica. No hay guión complicado: hay sorpresa, humor y la recompensa tangible de llevarte el objeto a casa. En tiempos de scroll infinito, esa sencillez es una táctica de alto rendimiento.

Las marcas que resisten el impulso de explicar y, en cambio, dan una experiencia, suelen ganar. Aquí hay tres capas de ejecución que vale la pena leer con lupa:
- Producto con símbolo: un lip balm que remite a un coctel no solo “huele rico”. Es un símbolo portátil del verano. La edición limitada lo vuelve coleccionable, un talismán de temporada.
- Activación que llama a la cámara: el letrero “Se regalan kisses” es un copy con ambigüedad deliberada. Intriga, provoca y es memorable en foto. La escena está “dirigida” para el algoritmo sin verse forzada en la vida real.
- Marco de responsabilidad: modernidad no cancela criterio. En un contexto donde el consumo inteligente importa, conviene subrayar la educación en moderación. Aquí encaja DRINKiQ como un destino útil, no un pie de página olvidable.
Porque no intenta convertir a los veinteañeros en whisky-aficionados a la fuerza. Les da una entrada lateral: una textura en los labios que suena a playlist tropical. A partir de ahí, si la curiosidad crece, crecerá sola. No hay sermón, hay una llave.
Y sí, Buchanan’s se beneficia. Se reposiciona en el territorio de lo multisensorial: del líquido al gesto, del trago al accesorio. En un mercado donde todos quieren ser “relevantes”, la relevancia real sucede cuando un objeto despierta complicidad. Eso hicieron con Whiskisses.

El riesgo con las ediciones especiales es quedarse en el “meme”. Aquí no pasa, porque el concepto está bien anclado: sabor estival + formato útil + momento compartible. Si mañana desaparece la tendencia, el producto sigue funcionando como lip balm. Si la tendencia escala, el objeto se vuelve pieza de colección. Win-win. Para quien vive el grooming sin ceremonias innecesarias, esto es perfecto: cero exceso, cero pose. Un toque de piña o coco, labios en orden, y se acabó el teatro. Bienvenido a la masculinidad de 2025: funcional, lúdica y con criterio.
