¿Alguna vez has sentido ese vacío extraño justo después de que se apaga la música en una fiesta de fin de año? No es tristeza, es vértigo.
Es ese instante preciso en el que el calendario amenaza con cambiar de dígito y, de repente, la comodidad de lo que ya conoces se siente insuficiente. Nos pasamos la vida acumulando cosas para sentirnos seguros, pero rara vez nos detenemos a pensar en qué herramientas necesitamos para cuando decidimos romper el guion y saltar al vacío.
Porque admitámoslo: la narrativa de “año nuevo, vida nueva” suele ser una trampa de marketing bastante perezosa. Pero la necesidad biológica y psicológica de reinvención es real. Ese cosquilleo en el estómago antes de un viaje solo, la ansiedad antes de presentar un proyecto creativo o la extraña mezcla de miedo y libertad al mudarte de ciudad. Ahí es donde reside la verdadera sofisticación hoy en día. No en el estatus estático, sino en el movimiento. Y curiosamente, es ahí donde la conversación sobre el estilo y los accesorios cobra un sentido diferente. No se trata de qué llevas puesto para que te vean, sino de qué llevas contigo para sentir que puedes con lo que viene.
Hemos hablado mucho sobre cómo el lujo moderno ha dejado de ser sobre la ostentación para centrarse en la utilidad emocional. Y bajo esta lupa, la nueva propuesta de Coach, titulada “The Gift For New Adventures”, se siente menos como un catálogo de temporada y más como un estudio sobre la confianza.

La premisa visual, capturada por la lente de Dan Beleiu, no nos vende la perfección inalcanzable. Nos vende el proceso. Vemos a figuras como Charles Melton (quien ha demostrado un rango actoral brutal recientemente) o Elle Fanning, no posando rígidamente, sino en transición. Están a punto de irse, de llegar, de cambiar. Y aquí es donde la marca neoyorquina acierta en su filosofía “Courage to Be Real”: entender que la autenticidad no es una foto fija, es una película en movimiento.
Para nosotros, el punto interesante está en la selección de piezas como el Mott Messenger o las nuevas versiones de la familia Brooklyn. Son bolsos con una arquitectura que grita Nueva York esa mezcla de grit y glamour, pero diseñados para ser maltratados por la vida real. No son piezas para tener en una vitrina; son para tirarlas en el asiento del copiloto mientras manejas hacia una carretera que no conoces. La piel, especialmente en las siluetas suaves de la icónica Tabby, está hecha para adquirir pátina, para contar la historia de ese viaje a la playa en invierno o de esas tardes solitarias en una cafetería bocetando tu próximo negocio.

Hay algo profundamente reconfortante en las texturas que Coach propone para cerrar el año. En un mundo digitalizado y frío, volver a lo táctil es casi un acto de rebeldía. Los abrigos Teddy y las chaquetas de borrego que acompañan la colección de marroquinería no solo cumplen una función térmica; cumplen una función emocional. Son una armadura suave.
Imagina la escena: estás en un aeropuerto, quizás con un vuelo retrasado, el ruido blanco de la gente alrededor. Llevas una chaqueta de cuero que pesa lo suficiente para sentirte protegido y un bolso Empire donde cabe tu laptop, un libro y esa cámara que prometiste volver a usar. En ese momento, la moda deja de ser frívola. Se convierte en tu casa portátil.

Es interesante cómo la campaña integra talentos tan diversos desde la energía K-pop de SOYEON hasta la frescura de Griff y Ravyn Lenae para demostrar que la “aventura” no es un concepto monolítico. Para algunos, la aventura es literal: cruzar un océano. Para otros, es mucho más íntima: aprender a estar solos, retomar un pasatiempo olvidado o simplemente tener el valor de cambiar de estilo personal sin pedir permiso.
Coach, bajo la dirección de Stuart Vevers, ha logrado mantener un equilibrio difícil: ser una marca de herencia (fundada en 1941) que no huele a naftalina. Al contrario, se siente urgente. Pero el reto para nosotros como consumidores es no caer en la trampa de creer que el bolso nos dará la confianza por arte de magia. El bolso, ya sea un modelo Teri o unos Soho Sneakers, es solo el símbolo. La confianza la pones tú al momento de cruzar la puerta.

Es válido preguntarse: ¿Realmente necesito esto? Si la respuesta es “sí” porque la pieza se alinea con la persona en la que te estás convirtiendo y te acompañará por los próximos diez años, entonces adelante. Si es solo por el hype del momento, piénsalo dos veces. El verdadero lujo, al final del día, es la libertad de elección y la consciencia detrás de cada compra.
Al final, “The Gift For New Adventures” resuena porque toca una fibra sensible: el futuro. El año que viene es una página en blanco que a veces aterra. Nos enfrentamos a la incertidumbre económica, a cambios sociales vertiginosos y a nuestras propias batallas internas.
