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Balenciaga 54th Couture: el alma de Nápoles en la sastrería contemporánea

Existen momentos en los que la historia de la moda deja de hablar en susurros y decide alzar la voz.

No con estridencia, sino con la serenidad de quien lleva generaciones perfeccionando el arte de hacer que una prenda se funda con el cuerpo que la porta. Así se siente la 54ª colección de alta costura que pone en diálogo dos culturas aparentemente distantes la precisión poética del atelier parisino y la honestidad de la sastrería napolitana en un lenguaje común: el de la excelencia.

En una industria dominada por el vértigo de lo efímero, resulta provocador detenerse a observar el trabajo de las manos que resisten al tiempo. Esta colección no habla de moda como consumo, sino de moda como herencia. Como un legado que se ajusta literalmente a la silueta del presente. Los trajes hechos a la medida son, para muchos, un símbolo de estatus; para otros, una forma de expresión. En la 54ª colección de alta costura, la sastrería napolitana revela una tercera dimensión: la de la humanidad detrás de cada costura. Cuatro talleres familiares, dirigidos por padres e hijos en Nápoles, fueron invitados a reinterpretar las siluetas de la Maison parisina desde su visión artesanal.

La llamada “spalla camicia” una construcción de hombro suave, sin estructuras rígidas y el “rollino” un hombro ligeramente elevado y redondeado no son solo recursos técnicos; son gestos de identidad. Esta colaboración marca la primera vez que estos talleres independientes trabajan con una casa de moda internacional, y el resultado es tan emotivo como técnico. Nueve trajes, todos construidos sobre el cuerpo de un fisicoculturista, revelan cómo una misma prenda puede transformarse en función de quien la viste: desde una escultura ceñida hasta un drapeado que acaricia la piel. Aquí no hay corrección política ni diseño complaciente. Hay riesgo. Hay una masculinidad que no necesita imponerse, sino dejarse ver con honestidad y fluidez. En este gesto, hay algo profundamente moderno.

La costura napolitana, nacida a inicios del siglo XX como respuesta a la rigidez británica, se convirtió en un manifiesto de comodidad, elegancia y carácter. Su encanto está en los detalles hechos a mano, en los acabados que no pretenden ser perfectos, sino reales. En esta colección, ese enfoque se transforma en filosofía. Un blazer de lana inglesa con estampado pata de gallo, un esmoquin blanco de seda shantung, un traje fluido de lana Super 200s y hasta un tuxedo desgastado desafían el canon sin estridencias, con una sobriedad rebelde que habla más de sensibilidad que de espectáculo. Cada pieza esconde una historia de prueba y error, de ajustes invisibles, de decisiones intuitivas. Una narrativa que, en tiempos de IA y automatización, se siente casi revolucionaria. Balenciaga lo entiende, y no lo esconde: celebra el proceso tanto como el resultado.

En una jugada que muchos no vieron venir, la colección también presentó la colaboración con Duvelleroy, la histórica casa de abanicos fundada en París en 1827. Lejos de ser un guiño estético, estos abanicos se convirtieron en piezas de colección y testimonio artesanal. Las recreaciones de Les Fleurs d’Argent y Pliable dos modelos originales de 1895 y 1905 no solo recuperan técnicas casi extintas, sino que hablan de un lujo que no necesita gritar: uno que susurra desde el detalle, desde la artesanía silenciosa.

Maison Lesage bordó las hojas de organza con flores, abejas y lentejuelas, mientras que los marcos fueron elaborados con acetato que imita con precisión madreperla y carey. Cada pieza tomó alrededor de 200 horas de trabajo. ¿Qué representa esto para el hombre contemporáneo? La posibilidad de reapropiarse de códigos que antes parecían exclusivos del vestuario femenino, y resignificarlos con autoridad.

En el fashion film que acompaña a la colección, dirigido por Gianluca Migliarotti, el espectador entra a las entrañas de los ateliers y presencia la creación de piezas icónicas como el vestido de guipur sin costuras o el “Debutante” en organza técnica. Pero más allá del glamour visual, lo que conmueve es el respeto por el tiempo. Por el cuerpo humano. Por las ideas que se construyen con tela, pero también con memoria.

Zhou You
Mark Eydelshteyn
Fai Khadra
Juyeon

La colección final de Demna para la Maison es un manifiesto silencioso que subraya que la verdadera alta costura no se trata de impresionar a la mirada fugaz, sino de conmover a la que observa con atención. Que no se trata de siluetas exageradas, sino de estructuras inteligentes. Que no se trata de opulencia, sino de legado.

La colección número 54 de la casa no es una despedida cualquiera. Es la culminación de un ciclo que ha desafiado las convenciones de la masculinidad contemporánea, desde los códigos sartoriales hasta los objetos más inesperados: desde un portatrajes bordado como si fuera un bolso de piel, hasta el primer sneaker de alta costura hecho con técnicas tradicionales. Aquí, cada decisión es política. Cada pliegue, una provocación.

No estamos frente a una celebración del lujo por el lujo, sino frente a una revaloración del saber hacer. Frente a una reivindicación del tiempo como herramienta de diseño. Frente a una moda que, sin pedir permiso, se atreve a ser historia.

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