Volúmenes vaporosos, nubes de volantes, un hábil uso de los colores: este es el secreto del éxito de Tomo Koizumi, el diseñador japonés que ha visto crecer exponencialmente su número de seguidores, hasta el punto de que en pocos meses ha pasado de presentar sus creaciones desde la escuela Coconogacco de Tokio a la Semana de la Moda de Nueva York, en la tienda de Marc Jacobs.
Gracias al mecenazgo de los dos diseñadores, la alta costura de cuento de hadas de Koizumi llega por primera vez a Italia, siguiendo la estela de un proyecto de colaboración y apoyo que en ediciones pasadas había contado con Miss Sohee y el enfant prodige de la moda británica Matty Bovan. “Cuando me propusieron esta iniciativa, dije inmediatamente que sí, es una gran oportunidad, desfilar con tanto apoyo en Milán, una de las capitales más importantes de la moda”.
Aparentemente, son dos realidades distantes, el romanticismo japonés de Koizumi y la sensualidad italiana de Dolce & Gabbana, pero un frente común hacia las elecciones audaces, los estampados excéntricos y las combinaciones atrevidas se materializa en vestidos con volantes estampados de mayólica, corsés y zapatos de salón. La estética de Koizumi es inmediatamente reconocible gracias al uso constante de volantes cosidos para crear auténticas esculturas ponibles, prendas etéreas e imponentes, tanto en colores monocromáticos y brillantes como a través de escalas de color, herencia de sus estudios de arte.
“Me inspiro mucho en los años 40, 50 y 60 y en la alta costura de Cristóbal Balenciaga, pero también en los 90 y 2000, como los modelos de archivo de Dolce & Gabbana. Luego mezclo diferentes inspiraciones con elementos de la cultura tradicional japonesa, como el kabuki, el kimono, la ropa tradicional de los emperadores”.
Sus raíces japonesas impregnan y aglutinan un vasto bagaje de sugerencias, especialmente en la elección de los colores: “Para esta colección, elegí muchos colores utilizados tradicionalmente en los kimonos japoneses, me inspiré en un libro antiguo. Cuando creo un vestido, quiero que sea llamativo pero a la vez equilibrado, porque puedes utilizar un color muy vivo, pero también puedes combinarlo con un color no saturado y crear un equilibrio, en esto se nota la influencia de la cultura japonesa”.
El volumen exagerado de las prendas se consigue desplegando retales de tela y ensamblándolos entre sí, envasándolos al vacío para transportar kilómetros de tejido en una práctica bolsita, y abriendo después los volantes con ayuda de vapor: “poliéster, el japonés, porque el tejido sintético japonés es realmente de buena calidad y además tiene más de 190 colores”. El resultado es una alta costura de antaño, vestidos teatrales que se enriquecen con cintas y corsés en un derroche de telas, un universo paralelo que recuerda a la madriguera del conejo de Alicia en el País de las Maravillas, casi un sueño lúcido.