Hay decisiones cotidianas que hacemos casi sin pensar: qué ropa usar, qué perfume ponernos, cómo pedir el café. Y luego están aquellas que, aunque personales y privadas, despiertan más preguntas de las que uno imaginaría.
Tragar o no tragar el semen es una de ellas. Un tema que muchos experimentan, pero pocos se atreven a hablar con apertura. No se trata de juzgar, sino de entender. Porque más allá del morbo o los mitos, hay ciencia, placer, salud, consentimiento y, sobre todo, libertad. En NEOMEN creemos que somos esa generación que ha aprendido a hablar de emociones, autocuidado y placer sin culpa merecen tener acceso a la información sin tabúes ni tonos clínicos que alejan. Aquí vamos al grano, pero con elegancia. Si alguna vez te has preguntado qué pasa si te tragas el semen, esto es para ti.
Aunque es una sustancia familiar, pocas personas se detienen a pensar qué hay exactamente en el semen. No es solo un líquido con carga erótica, sino una mezcla compleja de componentes: fructosa, calcio, magnesio, potasio, proteínas, enzimas, ácido ascórbico, zinc… Una especie de cóctel bioquímico diseñado para preservar la vida y, curiosamente, completamente comestible. Tragarse el semen no es comparable a beberse un batido proteico, aunque para quienes cuidan su figura puede tranquilizar saber que apenas supera las 20 calorías por eyaculación. ¿Nutritivo? No necesariamente. ¿Peligroso? Solo si se ignoran algunos riesgos que exploraremos más adelante.
En el terreno íntimo, cada pareja crea su propio lenguaje erótico. Y para muchos, la acción de tragar el semen se convierte en parte de ese código cargado de deseo, entrega y confianza. Hay algo en la mirada del otro, en el consentimiento tácito, en ese instante postclímax donde el cuerpo no miente.

No es un acto vacío: es performance, juego, complicidad. De hecho, según múltiples encuestas en plataformas como JOYclub, esta práctica suele asociarse con niveles más altos de excitación y vínculo sexual. La clave, sin embargo, está en lo que no se dice, pero se debería: la conversación previa. Consentimiento, claridad y respeto no son opcionales. En esta era donde el cuidado emocional es tendencia, hablar sobre gustos, límites y curiosidades debería ser tan común como preguntar por los planes del fin de semana.
Si nos apegamos a lo que dice la ciencia (esa que cada vez se adentra más en los pliegues del deseo humano), hay estudios que asocian el semen con propiedades ligeramente antidepresivas. En su composición se han encontrado compuestos como serotonina, melatonina y oxitocina, que podrían en dosis microscópicas influir en el estado de ánimo. Ojo: esto no convierte al semen en un suplemento emocional. No es Prozac ni es magia. Pero en el contexto adecuado, puede ser parte de una experiencia placentera y hasta… estimulante. Por otro lado, probar nuevas experiencias eróticas es una de las claves para mantener viva la llama del deseo. Los rituales sexuales, cuando se hacen con plena conciencia, se convierten en exploraciones identitarias. ¿Por qué no salir del guion tradicional de vez en cuando?

Ahora bien, no todo es deseo y fantasía. Como cualquier práctica sexual, tragarse el semen conlleva riesgos si no hay responsabilidad. Las enfermedades de transmisión sexual como VIH, gonorrea o clamidia pueden contagiarse vía oral si no se toman precauciones. ¿La solución? Tan simple como hacerte pruebas con regularidad, usar protección y conversar con tu pareja. Cuidarse también es sexy.
Y sí, el sabor importa. Aunque muchos lo asocian con un toque salado o metálico, la verdad es que cambia según la alimentación, el consumo de alcohol, tabaco, el estrés e incluso el nivel de hidratación. Hay quienes notan notas más dulces tras dietas ricas en frutas como la piña o el kiwi. ¿Conclusión? El sabor del semen puede ser tan personal como el de un perfume.

La cultura pop y la pornografía han estandarizado ciertas imágenes del placer, pero lo cierto es que el semen puede ser protagonista sin necesidad de pasar por la boca. Eyacular sobre el pecho, el abdomen o incluso la cara (siempre con precaución, ya que su acidez puede irritar la piel sensible) son también escenarios válidos de erotismo. Y si lo tuyo es prolongar el deseo, puedes jugar a controlar la eyaculación o explorar prácticas que van desde el edging hasta el multiorgasmo masculino. Aunque menos representado, el squirting (o eyaculación femenina) existe y, como el semen, forma parte del mapa del placer. Entenderlo y disfrutarlo sin prejuicios también es parte de una masculinidad renovada, curiosa y abierta.
Tragar o no tragar el semen no define tu nivel de apertura sexual ni tu identidad. Es solo una práctica más dentro del vasto universo del erotismo, que puede vivirse desde la sensualidad, el cuidado, el humor y la honestidad. Lo importante no es lo que haces, sino cómo lo haces: con respeto, conciencia y deseo compartido.
