Ocean Spray en clave Z: música, experiencia y un color con fondo

La Ciudad de México late a su propio ritmo: a veces es trap a media noche, otras es jazz disfrazado de neón.

En Foro Niebla, ese pulso se volvió rosa. Más que un evento, Pink Beats fue un laboratorio de música en vivo, estética y experiencias inmersivas pensado para la Gen Z—esa generación que no pide permisos para ser auténtica y que sabe convertir cada momento en una historia compartible. Entre luces fucsia, cámaras en alto y una narrativa que habló de comunidad, el rosa dejó de ser color para convertirse en actitud.

Foro Niebla amaneció distinto: señalética minimal, brillo especular y una arquitectura de activaciones que entendía la economía de la atención. Photobooths interactivos que pedían ángulos valientes, tattoos temporales como guiños de identidad, catas a ciegas para romper sesgos y mocktails con Pink Cranberry que pusieron al gusto en el centro del ritual social. Nada gratuito: cada estación diseñó su propio storytelling para que los asistentes produjeran contenido con intención bien iluminado, con texturas, con relato.

En medio del ruido digital, lo presencial importa cuando se coreografía la experiencia. Aquí todo estaba pensado para el scroll: flujos ágiles, puntos de encuentro, staff que sumaba, una paleta cromática que favorecía piel y outfit por igual. Pink Era dejó de ser slogan para volverse una microcultura de una noche.

Sin un buen setlist, la estética se queda en selfie. IZA TKM abrió con energía quirúrgica; Emjay amplificó el beat con capas de sintetizadores y voz al frente; DJ Bones cerró a todo volumen, como debe ser una fiesta que se respeta. No hubo relleno: música en vivo que entendió a la audiencia tempos cortos, hooks memorables, transiciones que sostenían la curva emocional y el feed. La pista no mintió: Pink Beats conectó primero por el oído y luego por la cámara.

El algoritmo también camina. Y esa noche caminó en bloque: Nath Rojas, Jorge Patiño, Juanpa Gordoa, Re Contreras, Daniela Guillermo, Joos, Torchi y Dafnne Jiménez llevaron el evento a miles de pantallas con cobertura orgánica, estética pulida y la cadencia justa entre backstage y highlight. Dhasia Wezka, embajadora de la campaña, fue la voz guía: “La Pink Era es un espacio para ser quienes realmente somos: creativos, libres y sin miedo a brillar… una propuesta fresca, divertida y auténtica que conecta de verdad con nuestra generación”. Ese statement (real) no necesitó traducción: la comunidad respondió con engagement, no con escepticismo.

Detrás del brillo, hay contexto. Ocean Spray, cooperativa con casi un siglo de historia integrada por familias agricultoras en Estados Unidos, Canadá y Chile, trajo a escena Pink Cranberry un blend de arándanos rojos, blancos y rosados que justifica su sabor y su tonalidad. Más allá del vaso, hay una lectura interesante: agricultura responsable, cadenas de valor que buscan ser más limpias y una visión de marca que no recurre a la nostalgia, sino a la contemporaneidad.

Esa coherencia baja a México en clave social con alianzas como Fundación CIMA, enfocada en la detección y tratamiento del cáncer de mama. Cuando el rosa es solidaridad y no accesorio, el evento trasciende el look & feel. Lo subrayó Juan Yepes, Director de Marketing LATAM: “Pink Beats fue más que un relanzamiento… es abrir la Pink Era para la Gen Z, hablar su idioma y acompañarlos, mientras el rosa también significa apoyo a causas que importan”.

Sin estridencias ni discurso vacío, la marca apareció 2–3 veces, donde aporta: origen cooperativo, producto con diferencia real y colaboración social. El resto lo hicieron las personas.

Pink no intenta “corregirte”; te da permiso de bajar la guardia. Es ese respiro que le debemos al día: caos con estilo, impulsividad inteligente, glitter emocional en horario laboral. Pink Beats entendió el mood de una generación que colecciona momentos como quien colecciona vinilos: por textura, por historia, por cómo suenan en compañía. Si algo queda claro, es esto: la Pink Era no es sabor, es vibra.

En una CDMX saturada de lanzamientos, Pink Beats ganó por criterio: música que sostiene, diseño que no infantiliza, invitados que curan conversación y un rosa que se gana su lugar por contenido y causa.

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