Caminar por la Roma Norte no es simplemente una actividad cotidiana, es un manifiesto urbano que mezcla historia, diseño, gastronomía e identidad. Es también una prueba constante de lo que significa estar vivo en una ciudad que nunca deja de reinventarse.
En este paisaje saturado de propuestas gourmet, hay quienes optan por lo seguro el flat white de siempre, el croissant perfectamente hojaldrado, la selfie frente al mural que ya viste en diez perfiles distintos y luego están los que buscan algo más. Algo que no solo alimente, sino que hable. Que cuente una historia. Que te saque de la rutina y te plante en un lugar donde lo inesperado sabe mejor.
Ahí es donde entra esta nueva pieza comestible de conversación: un postre que, más que saciar un antojo, provoca una reacción. No estamos hablando únicamente de pan dulce; estamos hablando de diseño, de fusión cultural y de un statement sensorial. Porque sí, hay donas… y luego está la dona.
No todos los días el sabor de Dubái aparece en el corazón de la Ciudad de México. Pero cuando lo hace, exige atención. A partir del 26 de junio de 2025, dos puntos clave en la ciudad Roma Norte y Plaza Satélite se convierten en pasajes de acceso directo al Medio Oriente, sin necesidad de pasaporte. ¿La responsable? Una pieza de repostería que mezcla tradición y rebeldía, y que responde al nombre de DONA DUBAI.

Este nuevo lanzamiento viene con una cubierta de chocolate, praliné de pistache y una delicada, pero crujiente corona de kataifi esa pasta milenaria, típica de los postres árabes, hecha de hilos tan finos como el arte de equilibrar lo dulce con lo exótico. El resultado no se parece a nada que hayas probado antes. Hay textura, hay contraste, hay intención. Y sobre todo, hay un guiño sofisticado a quienes entienden que la indulgencia también puede ser una forma de exploración.
Aunque el contexto sea de alta repostería urbana, el mensaje de fondo va más allá de lo estético. Este nuevo lanzamiento reafirma una tendencia que crece entre las marcas internacionales que aterrizan en México: no basta con llegar; hay que aportar. En un momento donde la saturación de propuestas dulces se ha vuelto un problema más que una virtud, encontrar una creación con identidad es un lujo.

Randy’s Donuts con su legado angelino que data de 1952 y una expansión global que incluye ciudades como Tokio, Seúl y Riad no viene a seguir tendencias: las propone. Y la DONA DUBAI, además de hablar de un paladar global, nos recuerda que el sabor también puede ser una forma de storytelling. Que los ingredientes importan. Que el diseño importa. Que hasta una dona puede tener carácter.
En un mundo donde lo visual muchas veces opaca lo esencial, Randy’s Donuts ha comprendido que el secreto está en balancear ambos universos. Sus más de 30 sabores desde glaseados clásicos hasta piezas con cereal, frutas o galleta no son solo parte del menú: son parte de una narrativa visual que se comparte, se presume y se celebra. Pero entre todo ese portafolio hay piezas que marcan una diferencia. Y la DONA DUBAI lo logra desde el primer bocado.
Es una edición limitada, claro. Lo suficiente para que se vuelva objeto de deseo. Lo justo para que solo quienes estén realmente atentos los que se arriesgan, los que prueban antes que opinar la disfruten. Es un ejercicio de exclusividad sin pretensión. Una especie de recompensa para los que entienden que comer bien también es un acto de estilo.
En una ciudad donde el café se filtra en frío y las ideas viajan más rápido que el tráfico, la llegada de una dona puede parecer una nota menor. Pero cuando esa dona trae consigo historia, diseño, sabor y cultura, lo mínimo que merece es una visita. Y quizá, un segundo bocado.
