Hay algo profundamente simbólico en ver cómo dos fuerzas del imaginario estadounidense, tan distintas como complementarias, se encuentran en una pista de carreras.
No se trata únicamente de velocidad ni de estilo. Se trata de visión, ambición y la inquebrantable necesidad de conquistar nuevos terrenos. Mientras el automovilismo se convierte en uno de los fenómenos culturales más relevantes del siglo XXI, hay marcas que entienden el momento, que lo habitan con elegancia y audacia. En este panorama cargado de adrenalina, tecnología y narrativa global, hay un nuevo equipo que rompe paradigmas incluso antes de arrancar motores.
La llegada del equipo Cadillac a la Fórmula 1® no es un simple movimiento estratégico; es una irrupción calculada en el epicentro de la élite automotriz. Después de casi una década sin nuevos integrantes, el ingreso de esta escudería estadounidense al Campeonato Mundial 2026 sacude el tablero de juego. Respaldado por General Motors y TWG Motorsports, Cadillac no solo promete velocidad e innovación, sino también un enfoque cultural que redefine lo que significa competir a nivel mundial. En este contexto, la moda no podía quedarse atrás. Y es aquí donde entra en escena una colaboración que desafía la lógica tradicional del deporte.
Tommy Hilfiger, con más de 40 años de presencia en los rincones más influyentes de la moda, la música y el deporte, se convierte en socio oficial de apparel del equipo Cadillac de Fórmula 1®. Esta alianza no se limita a logotipos estampados ni a simples colecciones de merchandising. Hablamos de una convergencia entre performance y estética, entre diseño y velocidad, entre el legado y lo que está por venir. Para quienes han seguido la evolución de la marca, este paso no sorprende: Hilfiger ha estado presente en las gradas, en los pits y en las pistas desde los años 90, colaborando con equipos históricos como Lotus, Ferrari y Mercedes-AMG F1®. Ahora, vuelve con una propuesta que no solo quiere vestir al equipo, sino reimaginar la forma en que el deporte se expresa visual y culturalmente.
El auge global de la Fórmula 1® ha cambiado las reglas del juego. Ya no es exclusivo de Europa ni de fanáticos técnicos: es un fenómeno mediático, una pasarela de innovación, un campo de batalla donde el estilo importa tanto como la estrategia. En esta nueva era, Tommy Hilfiger aporta más que textiles; ofrece narrativa. Con campañas disruptivas, activaciones inmersivas y una visión clara del fanático moderno, la marca se posiciona en la intersección entre moda y cultura pop. No es coincidencia que Hilfiger apueste por la estética “Prep Made Modern” fusionada con los códigos visuales de alto rendimiento del equipo Cadillac. Lo que buscan es crear una declaración cultural sofisticada, masculina, decidida que dialogue con una nueva generación de seguidores.
Pero más allá de los anuncios y las pasarelas, esta alianza habla del futuro del entretenimiento deportivo. No se trata solo de una colaboración entre un equipo de F1® y una casa de moda, sino de una propuesta integral que combina lo físico con lo digital, lo técnico con lo aspiracional. Las colecciones para fans no serán simples souvenirs: serán símbolos de pertenencia a una comunidad global que admira tanto la excelencia automotriz como el estilo disruptivo. Se anuncian uniformes de equipo, monos de piloto y cascos con el inconfundible sello de la marca, pero también experiencias inmersivas que colocan al consumidor en la primera fila, tanto en las gradas como en el metaverso.
