Bagatelle Mexico City: la Riviera que se sienta a la mesa en Polanco

En una ciudad que dicta ritmos de negocios, arte y noche, hay momentos en los que el lujo se mide por la calma: una mesa bien servida, una música que no interrumpe, un servicio que entiende el tiempo.

En Polanco, a pasos de Masaryk, ese respiro existe y tiene acento mediterráneo. Hablo de una experiencia donde el placer no grita; afina. El escenario: un salón refinado, un lounge pensado para conversación y una terraza que captura el pulso elegante de la avenida.

El grupo que firma la casa trae a la capital un manifiesto vital que ha probado su fuerza en destinos como Londres, Miami, St. Tropez y Dubai: celebrar la “joie de vivre” a través de cocina mediterránea contemporánea, platillos al centro y atmósfera festiva diseñada para compartirse. No es solo comer: es convivir con ritmo y sentido, con esa mezcla entre Riviera y cosmopolitismo que se reconoce al primer bocado.

Dirección: Tennyson 117, Polanco. Horarios: lunes a sábado de 13:00 a 01:00, domingo de 11:00 a 20:00. La ubicación le sienta bien: discreta pero central, lo bastante cerca de Masaryk como para sentir la energía sin perder la intimidad. Para quien planifica, reservar es sencillo y el teléfono está abierto a dudas prácticas.

La cocina y el dulce tienen timón claro. Rocco Seminara articula la propuesta corporativa con esa elegancia aprendida en la Costa Azul; Manon Santini defiende la pastelería con precisión milimétrica; en México, Marco Estrada dirige la ejecución culinaria y Edoardo Cordaro supervisa el servicio para que todo respire hospitalidad. La mesa gana cuando el liderazgo sabe escuchar al producto y al comensal.

La experiencia se despliega en tres áreas. El salón: tonos verdes y neutros, maderas y mármoles que dan teatralidad sin exceso. El cocktail bar: blanco, amplio y sereno; ideal para cerrar un trato o estirar la tarde. La terraza: vegetación, azul y blanco con vista a Masaryk; un enclave para brunch sin prisa y sobremesas largas. Todo comunica una idea de lujo silencioso que no necesita demostrarse.

Aquí se come al centro, con técnica francesa y guiños mediterráneos afinados al paladar capitalino. Entradas que abren la conversación: pizzetta de aguacate, flor de calabaza con ricotta y trufa, tártara de atún con vinagreta de chile manzano. Entre fondos, ravioles del plin con trufa, pulpo confitado con cítricos o un rib eye Black Angus bien sellado con salsa de pimienta. En dulce, dos gestos que resumen el ADN de la casa: la Tropézienne con vainilla y un affogato sobrio y perfecto. La mejor ruta: dos entradas, un fondo para compartir y un postre con café. La etiqueta sugiere casual chic. Es coherente: hay fiesta, sí, pero con cortesía y precisión. El servicio fluye sin exceso de confianza, atento al ritmo de cada mesa. Es el tipo de hospitalidad que no invade, acompaña.

Entre semana, el almuerzo tardío luce la cocina en su versión más técnica; por la noche, el ambiente sube uno o dos grados sin perder fineza. Domingo es territorio de brunch prolongado y mesas que comienzan en café y terminan en coctelería clásica. El ticket promedio encaja en la franja de restaurantes “más de $500 MXN” por persona, dependiendo del apetito y la selección de bebidas.

La ciudad atraviesa una etapa madura: comedores que entienden que el lujo no es solo producto, sino puesta en escena y coherencia. La llegada de este concepto a Polanco formaliza algo que el público exigente ya pedía: una experiencia con personalidad europea, ejecución local y conversación global. Medios de lifestyle han leído la apertura en esa clave: cocina sólida, atmósfera cuidada y noches que se transforman.

Si buscas cocina mediterránea precisa, servicio con criterio y un ambiente que eleva sin distraer, aquí hay una dirección que merece repetición. No pretende seducirte con trucos; lo hace con producto, técnica y ritmo.

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